Por mi trabajo conozco de cerca la realidad de bastantes empresas de la provincia, y bueno, creo que nadie es ajeno al grave problema de contratación de mano de obra que tienen muchas empresas o negocios de Teruel, en todos los sectores productivos de la economía. No se salva nadie.
Y el problema, si no damos con la solución pronto, se agravará y mucho porque la provincia tiene proyectos que necesitarán de mucha mano de obra en un futuro cercano.
Soy una enamorada de Teruel, creo que es el mejor lugar del mundo donde vivir, así, sin paliativos, por muchísimas razones que no caben en el espacio de esta columna, por lo que la dificultad para resolver esta situación está vinculada a otra cosa.
Nos estamos equivocando en algo nuclear, gordiano, y que afecta mucho a la hora de querer trabajar aquí o en cualquier otro lugar. Hay un GAP (es un anglicismo que significa “brecha” y que desde que tengo tratos con el ámbito industrial he tenido que incorporar a mi vocabulario).
Hay una brecha entre lo que necesitamos para tener una vida plena y razonablemente feliz y lo que consideramos, como sociedad en general, que es el éxito profesional/vital en la actualidad.
Tener, tener, tener, poseer de todo y conseguirlo muy rápidamente es lo más top. Encuentro en redes sociales a jóvenes, muy jóvenes, que tienen más de trescientos mil euros en la cuenta corriente, incluso más, porque venden en alguna plataforma contenido de índole sexual o relacionado con fetiches. Es la nueva prostitución.
Es el signo de los tiempos, podrían decirme, incluso, que estoy anticuada. Ya me empecé a preocupar hace algunos años cuando en encuestas sobre la profesión que querrían tener en un futuro a los niños y niñas de las escuelas españolas en sus respuestas se colaron profesiones como youtuber o influencer.
Hoy son profesiones muy bien remuneradas que ayudan a ensanchar la brecha entre lo que “necesitamos” para ser felices y lo que podemos hacer para conseguirlo. Lo que me deprime es que no veo la solución o la tecla para corregir el GAP.