Una vez transcurrido este extraño verano, ya está aquí la vuelta a las aulas de los millones de estudiantes que hay en todos los niveles educativos, y una vuelta bastante atípica, como ha sido el verano. Me van a permitir que me centre en estas líneas en la vuelta al trabajo de la Universidad, que es la que me toca de cerca.
La situación es tremendamente compleja y confusa y se puede resumir en una palabra: incertidumbre. A escasos días de comenzar el curso lo que tenemos claro es que no tenemos nada claro. La línea principal de trabajo con la que se afronta el desafío en este momento es la docencia presencial, si se puede respetar la distancia de seguridad, con apoyo de videoconferencias que de manera síncrona puedan ser seguidas por los estudiantes que no quepan en el aula correspondiente. Y si nos vuelven a confinar, pues a continuar con la docencia online como ya hicimos el curso pasado. Pero la Universidad es más que docencia, está la investigación, esencia de la Universidad y su razón de ser, que lamentablemente es la gran olvidada y que está subsistiendo en estos momentos por el empeño de los investigadores y de los centros de investigación.
Recordemos que el día 13 de marzo (viernes) de este año se nos dijo que nos fuéramos a casa, que se cerraba todo. Y ya está, arréglate tú como puedas. Pero no solo a los profesores, a todo el personal de las Universidades. A partir de ese momento a teletrabajar, que es una palabra superbonita pero que nadie conocía el significado y, especialmente, nadie tenía los medios técnicos para poder hacerlo con un mínimo de garantía. Y las cosas salieron razonablemente bien. Es más, diría que salieron muy bien. Es verdad que hay casos de personas que no han hecho nada en estos meses, pero son los menos. La gran mayoría ha cumplido con profesionalidad su trabajo. Y los que no han cumplido deberían recibir un aviso por parte de las autoridades universitarias para que no se vuelva a repetir. Incluso deberían devolver el sueldo correspondiente por su no trabajo.
Un ejemplo de este tipo de personas podría ser el Ministro de Universidades, el sr. Castells. Don Manuel es casi con total seguridad el ministro que ha tenido España con mejor currículum académico, uno de los investigadores más citados del mundo en su campo de conocimiento. Pero como gestor público no sé cómo calificarlo, no ha hecho absolutamente nada y por lo tanto no sé si es bueno o malo. Y su ministerio es perfectamente prescindible. Algunos dirán que ese ministerio no tiene competencias, que están todas transferidas a las comunidades autónomas. Es verdad, no tiene competencias, entonces ¿por qué acepta el cargo? ¿Para no hacer nada? ¿Un retiro dorado? El recorrido académico o la investigación científica son una cosa y la competencia para gestionar otra muy distinta. Cuando uno lee o escucha frases del tipo: trabajas menos que el ministro Castells, es momento de preocuparse. Si un ministro cruza el punto en el que pasa de ser respetado a ser parodiado de forma constante, debe dimitir y dedicarse a otra cosa. O a la jubilación.