Acabamos de finalizar, o estamos terminando, un curso escolar muy extraño, marcado por una pandemia que nos ha obligado a reinventarnos en materia docente, en todas las etapas del ciclo educativo, desde los más pequeños hasta los universitarios. Esta situación vivida, creo que debería poner sobre la mesa del debate educativo nuevas metodologías docentes a aplicar, nuevos métodos de enseñar y también nuevas formas de organización escolar. Una de esas nuevas formas de organizar la educación es el homeschooling, propuesta educativa muy utilizada en otros países, pero que lamentablemente, en España no está presente en el debate educativo y no se le espera, por lo menos a corto plazo.
¿Qué es esto del homeschooling? Si lo traducimos al español, se podría traducir como educación en casa, en el hogar o en familia. En un modelo o una opción educativa que se basa en que los padres deciden sustraer a sus hijos de las instituciones educativas tradicionales y ser ellos los que asumen de primera mano esa tarea educativa. El motivo principal que lleva a unos padres a asumir ese papel es la discrepancia con el modelo tradicional de enseñanza y apostar por lo que, según ellos indican, es una forma de aprendizaje innovadora: solo con el apoyo de los padres, y con apoyo externo tipo academia, es suficiente para que los niños adquieran las competencias que el resto adquieren en la educación tradicional. Además, se potencian habilidades individuales que seguramente en la enseñanza tradicional no lo harían. La cuestión en definitiva es si estos niños van a alcanzar el nivel educativo adecuado para su edad y si es necesaria la presencia y proximidad de otros niños que faciliten su socialización.
En España, esta práctica no está prohibida de manera explícita, no es legal pero tampoco se puede considerar una práctica perseguida, según algunas asociaciones. También varía el nivel de permisividad en función de la Comunidad Autónoma. En países de nuestro entorno, hay algunos que lo tienen prohibido (Alemania, Grecia, Eslovaquia o Turquía) y otros lo tienen aprobado de forma explícita, pero con algún tipo de control (Australia, Austria, Finlandia, Francia, Italia, Reino Unido o Estados Unidos).
Aunque a primera vista parece que es imposible educar a un hijo en casa sin llevarlo a un colegio (público o privado), esta apuesta educativa tiene ventajas que considero interesante destacar. Los niños reciben atención personalizada lo que, sin duda, favorece la adquisición de competencias de una forma mucho más adaptada a sus capacidades. Además, el niño recibe los principios y valores que los padres quieren que reciba, cosa que con el actual sistema educativo es imposible, los valores que se transmiten en los centros educativos son los que el gobierno de turno quiere.
Otro aspecto positivo muy importante es la flexibilidad horaria, por lo que el proceso de aprendizaje no se convierte en una carga pesada con madrugones y horarios interminables y se trasforma en un disfrute para el niño que puede aprender en cualquier momento y lugar.
Por último, destacaría como positivo, que se termina con esa especie de carrera hacia la nada en que se han convertido las tareas en los colegios: las hacen/hacemos los padres porque mi niño no puede ser que tenga peores notas que el vecino (¿se han fijado a la entrada de los colegios los proyectos espectaculares que llevan los niños, que es imposible que un niño de 6 años haga un sistema solar perfecto, con todo tipo de materiales?).
Por supuesto tiene inconvenientes, que los dejo para una próxima colaboración.