Estamos de vacaciones, al menos casi todos. Estos cuatro días nos dan un pequeño respiro antes de afrontar el tiempo que nos queda hasta el ansiado verano y son ideales para hacer una escapada que nos haga olvidar la rutina.
Muchos harán turismo cultural y puede que visiten nuestra maravillosa ciudad. Ahora bien, si tienen algún problema de movilidad reducida por desgracia no van a poder disfrutar plenamente de Teruel y nuestro patrimonio.
Soy una gran aficionada a viajar y también una enamorada de mi tierra. Por eso procuro fijarme en los defectos y virtudes que tenemos a la hora de ofrecer a los turistas una estancia agradable.
Para comenzar con lo positivo, alabaré algunos esfuerzos realizados en este sentido.
A modo de ejemplo: los pavimentos del Casco Histórico son en general apropiados; el tren turístico posee un lugar para sillas de ruedas; contamos con sendos ascensores que nos permiten acceder al Centro con comodidad; el Museo Provincial, con alguna carencia, es bastante accesible; y el Mausoleo de los Amantes, cuya fundación regente está muy concienciada con la accesibilidad universal, cuenta con todo tipo de adaptaciones.
Sin embargo, existen algunos "puntos negros" que empañarán la visita de personas con dificultades físicas o sensoriales.
También aquí haré una somera lista: son impracticables los accesos a la plaza de Los Amantes, la torre de El Salvador o el artesonado de la Catedral; Dinópolis puede verse "a medias"; bajar a los Aljibes es una aventura; y llegar hasta los Arcos, una misión casi imposible. Faltan por toda la ciudad indicaciones en Braille, representaciones en 3D de los monumentos o guías que hablen la lengua de signos.
Otros harán turismo natural por la provincia. Este tema, junto a problemas en el transporte y la hostelería, me da para otras columnas. Así que ahí lo dejo: tenemos deberes por hacer porque a nosotros también nos gusta viajar.