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Elena Gómez

Dicen que en la primavera, la sangre altera. Y debe ser verdad, porque no hay más que asomarse a noticias y redes sociales para ver que estamos muy nerviosos. Hay quien lo atribuye al cambio de paradigma que ha supuesto esta pandemia. No sé, yo creo que simplemente ha llegado el calor, el buen tiempo y las ganas de desprendernos de todo lo malo.
Llevamos tanto tiempo soportando restricciones "anti natura", que estamos saturados. Y quizá sea por eso por lo que la mayoría hemos encajado mal las nuevas normas de circulación en ciudad. Siempre que nos reducen la velocidad, nos echamos las manos a la cabeza. Y yo me pregunto a qué viene tanta prisa…
Aunque soy muy ansiosa para algunas cosas, soy de las que les gusta tomarse con tiempo sus idas y venidas. Para mí no supone ningún incordio tener que circular un poco más despacio en una ciudad como la nuestra, donde las distancias son irrisorias y la pérdida de unos minutos no nos va a generar grandes problemas logísticos.
Quiero pensar que cuando se legisla en materia de circulación, siempre se hace con el propósito de preservar nuestra seguridad y evitar desgracias. Lo que pasa es que se pone en nuestras manos máquinas muy potentes, y ponemos excusas para no reconocer que lo que nos gusta es la velocidad y sacar a nuestros coches un buen rendimiento. Sin embargo, debemos entender que por las calles también van peatones que a veces se encuentran con sorpresas desagradables. Y no hablo de aquellos que se creen con derecho a todo, sino a la mayoría, a los que cumplimos las normas.
Eso sí, comprendo el malestar por la forma de legislar que existe en nuestro país. Tratar por igual a todos los municipios de España parece un error porque cuesta trabajo pensar en ciertas calles de grandes urbes con una limitación de velocidad tan radical. Pero debemos pensar que esto no solo ocurre con las normas de circulación, sino que es una práctica generalizada con la que unas veces salimos ganando y otras no.
Al final, a nadie le gustan los cambios impuestos, pero también nos cuesta poco habituarnos a ellos, así que paciencia. Espero que seamos capaces de controlar nuestros impulsos y podamos dejar a un lado los dramas y las exageraciones.