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Sin ánimo Sin ánimo

Sin ánimo

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Elena Gómez

Para mí, hoy es uno de los días más especiales del año junto a mi cumpleaños. Me gusta la fiesta, sobre todo cuando consiste en reunir a mis seres queridos alrededor de una mesa repleta de buenas viandas, y eso solo pasa en estas dos fechas. Siempre he preparado la Nochebuena con mucha ilusión: los juegos con mis primos cuando era una niña; más tarde, las horas en la cocina con mi madre, mi abuela y mis tías, aprendiendo los secretos de un buen plato y una buena organización; y ya de mayor, disponiendo los regalos bajo el árbol para mis sobrinos.

Este día me trae grandes recuerdos, postales de momentos irrepetibles que han quedado impresas en mi memoria, sobre todo porque algunos de los que entonces nos acompañaban ya no están aquí. No soy de las que tira de nostalgia en Navidad, no lamento la pérdida de los seres queridos sino que procuro celebrar con la misma ilusión de siempre porque es lo que ellos hubieran querido. Por eso, en mi pensamiento siempre tengo un brindis para ellos, esté donde esté en una noche como esta.

Pero este año el ánimo no parece acompañarme. La Navidad de 2020 fue dura porque era la primera de nuestra vida en que no podíamos cumplir con las tradiciones. A pesar de ello, la mayoría de nosotros lo teníamos asumido, era un sacrificio que debíamos hacer para combatir esta pesadilla. Sin embargo, este año es diferente. Nos habíamos hecho ilusiones, pensábamos que, a pesar de no estar doblegada del todo, la pandemia por fin nos iba a dar una tregua. Y de repente, todo se ha vuelto del revés una vez más.

Venimos atosigados por un montón de cosas, la Covid-19 no ha venido con un pan debajo del brazo y los problemas en otros ámbitos no dejan de crecer. Estamos agotados, necesitábamos un respiro y las fiestas parecían el momento oportuno de dejar atrás por un instante la tensión y la angustia. Y, mira tú por donde, una de las personas más navideñas que hayan conocido nunca se encuentra, en el momento de escribir esta columna, deseando que esto pase rápido como la cucharada de un jarabe amargo.

Esta noche, una vez más, se sentarán a mi mesa solamente tres personas. Y, por primera vez en mi vida, no veo el lado bueno de las cosas por ningún sitio.