Cuando recibo ciertas críticas a mi columna, a veces me pregunto si no me explico bien. No es que me importe mucho, todos tenemos derecho a disentir y en muchas ocasiones es complicado expresar lo que una desea en un espacio tan reducido. Aunque, cuando la crítica roza el insulto, duele un poquito.
La semana pasada hablaba de eventos descontrolados y perjudiciales para el paisaje y la integridad física de las personas. No estoy en contra de que se celebren fiestas de toda índole, pero con una supervisión institucional adecuada. Cuando se cierra un recinto en el que no pueden entrar los cuerpos de seguridad del Estado y el festival termina, pero allí no se va ni Dios, algo se está haciendo mal.
Sin embargo, me encanta ver cómo los pequeños pueblos de la provincia organizan todo tipo de actividades, a cuál más atractiva, para atraer visitantes y ofrecer ocio de calidad. Ejemplos reseñables son el Lugnastar en Villastar, el Xtrem 300 en Villel, el Mi Pueblo Lee en Libros, o el Festival Puerta del Mediterráneo en Mora de Rubielos y Rubielos de Mora. Música, historia, deporte, literatura, teatro y espectáculo se reparten por todo el territorio con la colaboración de ayuntamientos, comarcas y otras instituciones públicas, que garantizan que todo salga bien.
Cuando se organiza un festejo, puede pasar de todo porque la acción humana es impredecible y cualquiera podría cometer una insensatez. No obstante, me da bastante seguridad saber que por parte de estas organizaciones se intenta combinar cultura y diversión para evitar desmadres. Y, por supuesto, se asegura la intervención inmediata de servicios públicos de emergencia, limpieza y seguridad, consiguiendo así que la diversión llegue a buen término.
Es necesario fomentar el turismo e intentar dinamizar la economía de las zonas despobladas, entre otras muchas acciones, para sobrevivir en esta tierra tan castigada. Por eso celebro el esfuerzo de tantas personas que desinteresadamente busca la manera de entretener a propios y ajenos, y de ofertar programas tan interesantes.
La semana pasada hablaba de eventos descontrolados y perjudiciales para el paisaje y la integridad física de las personas. No estoy en contra de que se celebren fiestas de toda índole, pero con una supervisión institucional adecuada. Cuando se cierra un recinto en el que no pueden entrar los cuerpos de seguridad del Estado y el festival termina, pero allí no se va ni Dios, algo se está haciendo mal.
Sin embargo, me encanta ver cómo los pequeños pueblos de la provincia organizan todo tipo de actividades, a cuál más atractiva, para atraer visitantes y ofrecer ocio de calidad. Ejemplos reseñables son el Lugnastar en Villastar, el Xtrem 300 en Villel, el Mi Pueblo Lee en Libros, o el Festival Puerta del Mediterráneo en Mora de Rubielos y Rubielos de Mora. Música, historia, deporte, literatura, teatro y espectáculo se reparten por todo el territorio con la colaboración de ayuntamientos, comarcas y otras instituciones públicas, que garantizan que todo salga bien.
Cuando se organiza un festejo, puede pasar de todo porque la acción humana es impredecible y cualquiera podría cometer una insensatez. No obstante, me da bastante seguridad saber que por parte de estas organizaciones se intenta combinar cultura y diversión para evitar desmadres. Y, por supuesto, se asegura la intervención inmediata de servicios públicos de emergencia, limpieza y seguridad, consiguiendo así que la diversión llegue a buen término.
Es necesario fomentar el turismo e intentar dinamizar la economía de las zonas despobladas, entre otras muchas acciones, para sobrevivir en esta tierra tan castigada. Por eso celebro el esfuerzo de tantas personas que desinteresadamente busca la manera de entretener a propios y ajenos, y de ofertar programas tan interesantes.