Nunca pensé que escribir esta columna sería algo doloroso. Sin embargo, hoy les voy a contar lo que siento con lágrimas en los ojos. Muchos de mis compañeros ya han publicado su posición ante la injusticia que vivimos el lunes y suscribo a cada una de sus palabras, por lo que poco puedo añadir aparte de mi indignación.
Chema me pidió que colaborara con una columna de opinión en este periódico hace diez años y estuve cuatro eludiendo algo que me atraía y atemorizaba a partes iguales. Cuando en 2018 por fin me convenció, le pregunté sobre lo que debía escribir. La respuesta fue contundente: “Escribe lo que te dé la gana”.
Ese ha sido el espíritu de DIARIO DE TERUEL durante su gestión. Libertad y pluralidad en un medio que tiene un claro objetivo público, un servicio a la sociedad de la provincia turolense, tan maltratada por los poderes públicos y los medios privados. Desde aquí siempre he defendido que el gasto público debe ser por y para las personas, los votantes, y que la eficiencia económica se busca reduciendo políticas superfluas.
Esta semana hemos sido testigos de la mala praxis política. Los argumentos utilizados para defender esta decisión son, como mínimo, retorcidos y poco creíbles. Esgrimir motivos económicos después de haber aprobado el gasto, decir que es la única medida que se va a tomar para reducir el déficit, y asumir un despido improcedente con el dinero de los contribuyentes no son razones sino todo lo contrario.
Por otro lado, no dejo de pensar en ese socio de gobierno que no solo está traicionando a una persona que siempre puso por delante el espíritu de su movimiento, sino que también está dando la espalda a su propia causa. Si DIARIO DE TERUEL tiene que convertirse en una empresa con beneficios, desaparecerá la voz de nuestras gentes, por mucho que algunos líderes se empeñen en negarlo.
Tengo poco espacio para expresar mi rabia y mi decepción, pero ni quiero ni debo callarme. Es nuestra obligación moral resistir hasta el final, sí esto se ha de acabar, que sean ellos los que nos echen.