Estoy agotada. Siento como si hubiera corrido una maratón. No, no es por el calor que está haciendo. Es por el sprint político que hemos vivido en los últimos meses. Creo que nadie está preparado para vivir dos campañas electorales tan intensas y seguidas, con el torpedeo mediático por su singularidad, los debates a dos, a tres, a cuatro, yo qué sé… y la cantidad de cambios que se prevén a todos los niveles. Necesitamos un respiro, por favor.
La jornada de reflexión es más necesaria que nunca. Los que procuramos tomarnos en serio esto de votar, tenemos un caos mental difícil de superar. Debemos asentar ideas, deseos y simpatías para ir el domingo con una decisión firme y, sobre todo, responsable. Nos vendrá bien una tregua informativa para enfriar y cuestionar todas las propuestas planteadas en las últimas semanas.
Por otro lado, más allá de lo que podamos hacer los ciudadanos, la reflexión debería ser obligatoria para los candidatos. Mientras dura esta locura, dicen y hacen muchas cosas de las que luego pueden arrepentirse: promesas que saben que no van a poder cumplir, compromisos que no dependen de ellos y celebraciones de hechos que todavía están por llegar.
La política es imperiosa para que un país funcione y ellos, me consta, lo hacen lo mejor que pueden. Al menos la mayoría. Sin embargo, el espectáculo electoral es lamentable. Y lo peor de todo es que no se dan cuenta de que hay hemeroteca y es muy fácil pillarles en un renuncio. Bueno, lo saben pero les da igual. Lo importante es arañar votos aprovechándose de la desinformación, el sensacionalismo y las esperanzas de la sociedad. Seguir un criterio y una línea ideológica es algo pasado de moda, su objetivo es contentar a todos hasta el momento del voto, a sabiendas de que es imposible gestionar los recursos públicos de forma incontrolada.
En este espacio siempre les pido a ustedes sensatez, prudencia y cordura, cuando en realidad eso es obligación de ellos. En los próximos años van a dirigir nuestros destinos y quizá un poco de honestidad no nos vendría nada mal.
La jornada de reflexión es más necesaria que nunca. Los que procuramos tomarnos en serio esto de votar, tenemos un caos mental difícil de superar. Debemos asentar ideas, deseos y simpatías para ir el domingo con una decisión firme y, sobre todo, responsable. Nos vendrá bien una tregua informativa para enfriar y cuestionar todas las propuestas planteadas en las últimas semanas.
Por otro lado, más allá de lo que podamos hacer los ciudadanos, la reflexión debería ser obligatoria para los candidatos. Mientras dura esta locura, dicen y hacen muchas cosas de las que luego pueden arrepentirse: promesas que saben que no van a poder cumplir, compromisos que no dependen de ellos y celebraciones de hechos que todavía están por llegar.
La política es imperiosa para que un país funcione y ellos, me consta, lo hacen lo mejor que pueden. Al menos la mayoría. Sin embargo, el espectáculo electoral es lamentable. Y lo peor de todo es que no se dan cuenta de que hay hemeroteca y es muy fácil pillarles en un renuncio. Bueno, lo saben pero les da igual. Lo importante es arañar votos aprovechándose de la desinformación, el sensacionalismo y las esperanzas de la sociedad. Seguir un criterio y una línea ideológica es algo pasado de moda, su objetivo es contentar a todos hasta el momento del voto, a sabiendas de que es imposible gestionar los recursos públicos de forma incontrolada.
En este espacio siempre les pido a ustedes sensatez, prudencia y cordura, cuando en realidad eso es obligación de ellos. En los próximos años van a dirigir nuestros destinos y quizá un poco de honestidad no nos vendría nada mal.