Llego tarde porque mi sitio está los viernes, pero este espacio que se me brinda no podía estar dedicado a otro tema. Mucho se ha dicho y escrito sobre Ramón Navarro en la última semana, y eso me hace pensar que es muy importante el legado que dejamos cuando llega el momento de partir. Y el legado de Ramón es bonito, lo mires como lo mires.
Mi existencia ha estado siempre muy ligada al mundo del fútbol por vía paterna. Pero no conocí a Ramón en esta tesitura, sino en mi trabajo. El CD Teruel necesitaba tramitar un permiso de residencia para un jugador extranjero y Ramón vino directo a mi mesa para informarse y comenzar el expediente. Durante varios días estuvimos en contacto, no fue un expediente fácil, aunque él mostró gran interés y disposición a solucionar los problemas para que su equipo del alma tuviera a ese jugador soñado, del cual ni recuerdo su nombre ni su nacionalidad, ni siquiera cuánto tiempo jugó aquí. Sin embargo, la personalidad de Ramón dejó huella en mí.
Lo recuerdo como un hombre mayor, desconocedor de los vericuetos de la Administración Pública o las nuevas tecnologías que podían ayudarlo en su empeño, pero convencido de poder aprender lo necesario para salvar los escollos. Porque lo más importante era el equipo, sus desvelos eran algo secundario. Además, su trato fue cordial, amable y cariñoso, porque apreciaba mucho a mi padre y por ende también a mí. Desde entonces, nos hemos encontrado muchas veces en actos sociales y en momentos personales, y siempre ha tenido palabras de afecto hacia mí por aquellos días en los que me armé de paciencia para guiarlo en los pasos que tenía que seguir durante aquella tramitación.
Ramón transmitía bondad y pasión por Teruel. Su labor no fue solo deportiva, sino también humana y solidaria con una sociedad, la nuestra, que carece de muchas cosas, pero puede presumir de personas como él, que luchan incansablemente para que no nos falte de nada. Ni siquiera fútbol. La mejor despedida es que te recuerden como un hombre bueno y así lo haremos. Descanse en paz.
Mi existencia ha estado siempre muy ligada al mundo del fútbol por vía paterna. Pero no conocí a Ramón en esta tesitura, sino en mi trabajo. El CD Teruel necesitaba tramitar un permiso de residencia para un jugador extranjero y Ramón vino directo a mi mesa para informarse y comenzar el expediente. Durante varios días estuvimos en contacto, no fue un expediente fácil, aunque él mostró gran interés y disposición a solucionar los problemas para que su equipo del alma tuviera a ese jugador soñado, del cual ni recuerdo su nombre ni su nacionalidad, ni siquiera cuánto tiempo jugó aquí. Sin embargo, la personalidad de Ramón dejó huella en mí.
Lo recuerdo como un hombre mayor, desconocedor de los vericuetos de la Administración Pública o las nuevas tecnologías que podían ayudarlo en su empeño, pero convencido de poder aprender lo necesario para salvar los escollos. Porque lo más importante era el equipo, sus desvelos eran algo secundario. Además, su trato fue cordial, amable y cariñoso, porque apreciaba mucho a mi padre y por ende también a mí. Desde entonces, nos hemos encontrado muchas veces en actos sociales y en momentos personales, y siempre ha tenido palabras de afecto hacia mí por aquellos días en los que me armé de paciencia para guiarlo en los pasos que tenía que seguir durante aquella tramitación.
Ramón transmitía bondad y pasión por Teruel. Su labor no fue solo deportiva, sino también humana y solidaria con una sociedad, la nuestra, que carece de muchas cosas, pero puede presumir de personas como él, que luchan incansablemente para que no nos falte de nada. Ni siquiera fútbol. La mejor despedida es que te recuerden como un hombre bueno y así lo haremos. Descanse en paz.