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Menopáusica Menopáusica

Menopáusica

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Elena Gómez

Sofocos, cambios de humor, ataques de nervios, hinchazón, hambre voraz, dolores musculares, cansancio… seguro que muchas de ustedes saben de lo que hablo. Llega una fase en la vida de toda mujer que es un arduo camino de obstáculos, incertidumbres y misterios, pero que es inevitable: la menopausia. A mí, todos los procesos biológicos del ciclo vital me parecen algo natural y siempre los he afrontado sin tapujos. Aunque reconozco que, por diferentes razones, hay asuntos que están considerados por mucha gente como un tabú.

La menopausia es algo normal. Lo que pasa es que tiene una duración indeterminada y tiene tantos síntomas diversos y consecuencias en la salud, que ni siquiera la ciencia sabe muy bien por dónde tirar. Bueno, la verdad es que la ciencia se ha tomado muy poco interés en hacer estudios en profundidad sobre este proceso. Y también es cierto que esa invisibilidad social que venimos padeciendo las mujeres desde tiempos remotos ha sido la causa directa de la poca información y la dejadez de la medicina.

Cuando rondas los cincuenta, empiezas a notar que algo está cambiando mucho y para peor. Se te ha retirado la menstruación (¡yupi!), pero aparecen enfermedades como la hiperglucemia o la osteoporosis, entre otras. Y vas al médico, y todo lo achaca a la borrachera hormonal propia de tu edad, te medica de por vida, y a seguir funcionando como si nada. Y solo lo comentas con tus amigas, por lo bajo, no se vaya a enterar alguien que estás comenzando a transitar la senda de la decadencia. Y terminas machacando tu cuerpo con tratamientos estéticos, añadiendo sufrimiento al que viene de fábrica, para que no parecer lo que en realidad eres: una mujer en plena madurez que todavía tiene mucha guerra para dar.

Así que sí, soy menopáusica y quiero decirle al mundo que no estoy rara. Solo estoy experimentando una metamorfosis dolorosa, pero me adaptaré a mi nuevo cuerpo, como hice en la adolescencia. Seguiré llamando a las cosas por su nombre, sin ocultarme ni sentir vergüenza. Y pidiendo mimos, que me hacen mucha falta…