Síguenos
Memoria Memoria
banner click 236 banner 236
Elena Gómez

La memoria es un misterio. Es caprichosa, parcial, subjetiva… nuestra mente recuerda lo que le interesa y, en muchas ocasiones, transforma los recuerdos de forma perversa para convertirlos en una burda parodia de lo que en realidad ocurrió. Somos esa extraña especie que es incapaz de pasar página en lo que se refiere a los odios vertidos hace casi un siglo, que intenta olvidar demasiado deprisa los años del terror, pero que ha conseguido enterrar el horror de una pandemia mundial en menos de lo que canta un gallo.

Hoy en día, la vida pasa ante nuestros ojos y no nos vemos capaces de almacenar en nuestro disco duro algunos hechos importantes. Quizá sea eso lo que nos haga únicos en el universo: pase lo que pase, tiramos para adelante con optimismo y con una venda en los ojos. Pero hay cosas que son difíciles de olvidar porque es necesario que cambien o mejoren sin dejar ningún resquicio a la duda. Porque bien está lo que bien parece.

Yo no puedo olvidar que, a pesar de gustarme el fútbol desde niña, nunca acompañé a mi padre a ningún partido porque se llevaba con él a mi hermano. Tampoco puedo enterrar la cantidad de veces que me han dicho, con socarronería fingida, que si me gustaba el fútbol o los futbolistas. Debo recordar que las niñas que querían practicar este deporte eran “machorras”. O que mucha gente todavía llama a esas grandísimas profesionales que acaban de regalarnos un buen recuerdo, “las chicas”, como si no fueran mujeres que hacen muy bien su trabajo dando espectáculo en un deporte que está impreso en nuestro ADN.

Del mismo modo, es triste darse cuenta que también guardaré en mi memoria que hubo quien empañó esta dulce historia haciendo cosas de machos en un mundo de machos, y que su mandato se ha visto más comprometido por este episodio que por las sospechas, más que fundadas, de corrupción y abuso de poder.

Pero como la memoria es selectiva, voy a intentar obviar todo lo feo y me quedaré con una frase que escuché en una película, cuyo título no logro invocar: “Los besos no se roban, se regalan”.