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La felicidad del tonto La felicidad del tonto

La felicidad del tonto

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Elena Gómez

Me ha llegado por varios sitios una foto en la que unas escaleras están pintadas como zona de paso para personas con movilidad reducida. Quien me la ha enviado, buscaba una reacción de rechazo por mi parte pero lo único que he pensado es que no somos conscientes de lo tontos que somos. Si en el multiverso existen otras civilizaciones, seguro que no tienen ningún interés en conocernos.

Somos tan tontos, que no nos damos cuenta de cómo nos manejan con el ruido mediático, los temas de conversación y las corrientes de opinión siempre son las que los poderosos quieren. Ahora que todo gira alrededor de la pandemia, todos estamos pendientes de un señor, cuyo comportamiento cívico deja mucho que desear, que se cree un dios porque le da bien a una pelota. Que haya abierto un debate a nivel mundial sobre su derecho a no ser tratado como cualquier otro ciudadano, dice mucho de nosotros.

En España, de repente, todos somos expertos en ganadería y en política medioambiental. Nos hemos visto de nuevo obligados a decidir si tienen razón los unos o los otros, en virtud de unos ideales políticos, en vez de utilizar el sentido común. La inmensa mayoría no sabemos lo que es una granja ni cómo se gestiona, pero sí deberíamos darnos cuenta de cómo funcionan las estrategias de nuestros representantes políticos. Quien no vea que esto vuelve a ser un movimiento en el tablero de ajedrez, está cegado por la cortina de humo.

Se está fraguando una guerra por el control del gas. Los líderes mundiales pierden el respeto que deberíamos tenerles, por el cuestionamiento constante de sus comportamientos, la mayoría de las veces, humanos. Se van a disputar unos Juegos Olímpicos en uno de los países menos democráticos del planeta. El virus campa a sus anchas en África y los gobiernos de occidente continúan acaparando vacunas. Las farmacéuticas siguen haciendo su agosto. Y Berlusconi se vuelve a presentar a las elecciones.

Le servimos en bandeja los temas a mi compañero de Aguatón, el de la contra de los domingos… Entre tanto, reavivaremos el debate sobre equipos españoles en Arabia Saudí o el sueldo del Piqué, mientras nos comemos una hamburguesa de Mercadona. No hay mayor felicidad que la del tonto.