Que somos seres gregarios y necesitamos de los demás, es un hecho incontestable. Lo que pasa es que vivimos en una sociedad individualista y la mayor parte del tiempo pensamos que somos autosuficientes, que nadie mejor que nosotros para resolver nuestros problemas. Pero las complicaciones llegan cuando te encuentras ante un muro de piedra y tus propios recursos resultan insuficientes o ineficaces. Ahí es donde tienes que dejar de lado tu orgullo y pedir ayuda.
La semana pasada me encontré en una situación de esta índole. De repente y sin esperarlo, tuve un percance que me limitó mucho a causa de mi movilidad reducida. Durante dos días, mi familia y yo pusimos todo nuestro empeño, tiempo y esfuerzo en encontrar a un profesional que tuviera la predisposición suficiente como para tomarse este tema en serio. No había forma, muy pocos son conscientes de las necesidades imperiosas que a veces tenemos las personas con diversidad funcional. La empatía en nuestro mundo es un bien escaso y en momentos así se cumple a rajatabla aquello de "ande yo caliente, ríase la gente".
Así que no me quedó otra. Soy integrante de un grupo de Whatsapp formado por buena gente de esta provincia, con sensibilidades y profesiones diferentes, pero con un espíritu común, que no es otro que sumar y aportar nuestro granito de arena en diferentes ámbitos. Normalmente solo comentamos noticias y nos echamos unas buenas risas, y de vez en cuando quedamos en persona para tener una charla agradable. Mi compañero Víctor Guiu ya ha hablado alguna vez por aquí de esta cuchipanda.
Pues bien, decidí lanzar ahí una caña pidiendo ayuda el viernes por la tarde. El engranaje se puso en marcha de forma inmediata y varios de mis colegas no tardaron en enviarme por privado diferentes ideas. Una de ellas cuajó a la perfección y el sábado a primera hora de la mañana ya tenía la situación encauzada. Mi agradecimiento es infinito, no hay nada como contar con un buen entorno social para salir a flote cuando todo se hunde. Qué bonito es saber que no estoy sola.
La semana pasada me encontré en una situación de esta índole. De repente y sin esperarlo, tuve un percance que me limitó mucho a causa de mi movilidad reducida. Durante dos días, mi familia y yo pusimos todo nuestro empeño, tiempo y esfuerzo en encontrar a un profesional que tuviera la predisposición suficiente como para tomarse este tema en serio. No había forma, muy pocos son conscientes de las necesidades imperiosas que a veces tenemos las personas con diversidad funcional. La empatía en nuestro mundo es un bien escaso y en momentos así se cumple a rajatabla aquello de "ande yo caliente, ríase la gente".
Así que no me quedó otra. Soy integrante de un grupo de Whatsapp formado por buena gente de esta provincia, con sensibilidades y profesiones diferentes, pero con un espíritu común, que no es otro que sumar y aportar nuestro granito de arena en diferentes ámbitos. Normalmente solo comentamos noticias y nos echamos unas buenas risas, y de vez en cuando quedamos en persona para tener una charla agradable. Mi compañero Víctor Guiu ya ha hablado alguna vez por aquí de esta cuchipanda.
Pues bien, decidí lanzar ahí una caña pidiendo ayuda el viernes por la tarde. El engranaje se puso en marcha de forma inmediata y varios de mis colegas no tardaron en enviarme por privado diferentes ideas. Una de ellas cuajó a la perfección y el sábado a primera hora de la mañana ya tenía la situación encauzada. Mi agradecimiento es infinito, no hay nada como contar con un buen entorno social para salir a flote cuando todo se hunde. Qué bonito es saber que no estoy sola.