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Elena Gómez

Voy a intentar que no se me malinterprete. Aunque, la verdad, es difícil contentar a todo el mundo con las opiniones de una servidora. Pero esto que voy a explicar hoy es de vital importancia para mi propia subsistencia. Así que allá voy.

Toda mi vida he defendido con vehemencia los derechos de los trabajadores, entiendo que la dignidad de las personas comienza por la protección laboral, la garantía de la seguridad y la obtención de un salario adecuado a las necesidades económicas de cada momento. Estoy convencida de que el motor de la humanidad es la clase trabajadora y aborrezco el abuso empresarial.

Por eso, la reducción de la jornada laboral en algunos sectores no me parece una idea descabellada. En algunos sectores. Repito, en al-gu-nos.

De entrada, me parece una verdadera aberración tratar a los autónomos como a los grandes empresarios. Se nos olvida que ellos son también clase trabajadora y que están asfixiados. Ahora, no solo les quieren obligar a reducir el horario de sus empleados, sino que no pretenden compensar esto con alguna ventaja fiscal o económica. Luego se nos llena la boca con la necesidad de emprendimiento, los negocios de proximidad o el comercio local.

Por otro lado, estamos las personas dependientes. Todas nos estamos rascando el bolsillo de forma inhumana para cubrir nuestras necesidades vitales. Sí, vitales porque sin esos apoyos, en su mayoría profesionales, nos moriríamos. Da igual que estemos en régimen residencial o en nuestros hogares, esos servicios los pagamos nosotros porque las ayudas del Estado son escasísimas.

¿Alguien ha pensado en nosotros cuando se ha puesto sobre la mesa la reducción de la jornada laboral? No. ¿Se nos va a ayudar para cubrir esas horas? No. ¿Va a tener alguna efectividad real la ley ELA? No.

Somos los grandes olvidados de esta sociedad contemporánea en la que todos los colectivos vulnerables tienen su espacio de presión y reivindicación. Las medidas que a veces proclaman teatralmente los políticos están vacías de contenido. Tanto papel mojado nos está matando.