No me gusta utilizar estas líneas para darme autobombo, pero estoy tan feliz que no puedo dejar de compartir mi nuevo proyecto con ustedes. Llevaba mucho tiempo sin ilusiones renovadas, me mantenía con el piloto automático, sin hacer nada más que lo habitual, como escribir esta columna, y sienta muy bien emprender un nuevo camino.
Acabo de estrenar mi propio podcast. Bueno, siendo estrictos no es solo mío, comparto el trabajo y el entusiasmo con un buen amigo. A ambos nos apasionan el misterio y el micrófono a partes iguales, y como él es de Argentina y yo de España, hemos llamado al programa La pava y la tetera. Pero no vamos a hablar de tisanas o recetas, sino de crímenes. Y es que somos ávidos lectores de Agatha Christie y Conan Doyle, entre otros, y queremos emular a sus personajes detectivescos. Una gozada.
Todo esto lo cuento porque nunca es tarde para comenzar a hacer lo que siempre habías soñado. Después de la pandemia pasé por un desierto emocional, la vida me puso a prueba y, aunque salí vencedora de algunas cosas y otras las fui aceptando, perdí la chispa creativa. He tenido el síndrome del folio en blanco durante mucho tiempo, y un poquito el del impostor, que tanto cariño recibido por parte de ustedes me parecía inmerecido. Y de repente, con la impagable ayuda de mi amigo, el bloqueo ha desaparecido. Vuelvo a pasar noches enteras sin dormir planificando cada detalle del podcast, estoy eufórica por la buena acogida que ha tenido y tengo la sensación de haber nacido para la creación de contenido. Estar en esta tesitura cuando casi me ronda el medio siglo de vida, supone una inyección de energía y de dopamina que ríete tú de algunos psicotrópicos.
No sé cuánto durará esta borrachera, aunque sí estoy convencida de que renacer es parte de nuestra condición humana. Todos podemos hacerlo si nos lo proponemos, solo hace falta un sueño, un poquito de esfuerzo y el convencimiento de estar en la senda adecuada. Rendirse ante las adversidades no es una opción, encauzar el rumbo es posible si nos lo proponemos.