Las imágenes que nos siguen llegando desde la isla de La Palma son estremecedoras, son tan desoladoras que nos parece estar viendo una película de ciencia ficción. Cuando el volcán de Cumbre Vieja explotó y las redes sociales se llenaron de memes, nadie llegó a imaginar la magnitud que tomaría esta catástrofe. Y lo peor de todo es que esto no tiene pinta de acabar pronto.
Cuando la naturaleza se revuelve contra el ser humano, los primeros momentos de emergencia son frenéticos. Todo el mundo quiere ser útil, hay que ayudar a las víctimas y contener el desastre. Lo habitual es que todo acabe en unas horas o como mucho en unos días y, aunque los daños a veces son difíciles de reparar durante mucho tiempo, la vida continúa en un breve periodo. Pero lo que están viviendo los palmeros está siendo una pesadilla larga y quizá no puedan recuperar la normalidad por el resto de sus vidas.
Por eso me maravilla el despliegue de profesionales de todo tipo que trabajan sin descanso para ayudar a estas personas. Multitud de cuerpos de seguridad y protección civil, sanitarios, maestros, científicos, operarios de obras públicas, personal de limpieza, voluntarios, y un largo etcétera de trabajadores se están dejando la piel para paliar los efectos de algo que ‘a priori’ es incontrolable.
Cuando los veo, entre otras tareas, evacuando a pueblos enteros en cuestión de horas, desviando el tráfico y protegiendo la seguridad de las personas, quitando toneladas de ceniza, midiendo la calidad del aire, calculando los riesgos de la erupción, atendiendo a los desahuciados, reubicando a los niños o prestando ayuda a los agricultores, me siento segura. Durante la pandemia se habló mucho de los héroes sin capa, pero me doy cuenta de que siempre están ahí cuando los necesitamos.
Es en estos casos es cuando doy por bueno el pago de mis impuestos. Sin hacer demagogia barata sobre el sueldo de otros servidores públicos, siento que ese pequeño (porque es pequeño aunque nos pique) esfuerzo que todos hacemos en nuestras vidas diarias sirven para algo muy importante. Porque no debemos olvidar que la mayoría de estos profesionales son funcionarios públicos y de nuestros bolsillos dependen sus salarios.