Algunos dicen que soy una persona de culo inquieto, aunque yo prefiero pensar que tengo demasiadas aficiones y muy poco tiempo. Por eso he tenido muchas facetas, y las que me quedan...
Pero esto también tiene una cara amarga, cuando decido abandonar un proyecto y dejar atrás a las personas con las que lo he compartido. A veces, la transición es pacífica, se cae por su propio peso ya que el paso del tiempo y los cambios de paradigma te llevan a cerrar algunas páginas. Sin embargo, otras veces nadie se espera mi renuncia en lugares donde parecía que me iba a quedar “in aeternum” y, claro, llegan las sorpresas y los reproches.
Pero poco puedo hacer. Quizá sea extremadamente sensible o solo bastante observadora, pero a veces, empiezo a ver a mi alrededor situaciones que me incomodan, y empieza a crecer en mi interior el convencimiento de que es el momento de cerrar una puerta para abrir otras. En otras ocasiones, simplemente dicha actividad empieza a aburrirme y la falta de motivación me hace tomar una decisión drástica. Sea como sea, de todo lo que he experimentado, he aprendido mucho y me quedan muy buenos recuerdos.
Porque, si de algo estoy convencida, es de que soy incapaz de centrarme en una actividad por demasiado tiempo, no porque sea una persona inestable, sino porque mi carácter vitalista me lleva a querer aprenderlo todo y todo me parece apasionante. No quiero decir con esto que aquellos que se dedican a algo durante toda su vida sean personas aburridas. De hecho, me parecen admirables, aunque yo prefiera saber poco de muchas cosas y mucho de ninguna.
Lo único que intento transmitir con esto es que, como dice mi amiga Sonia, que cada uno haga lo que le pida el cuerpo. Si tu profesión no te satisface, fórmate para dedicarte a otro trabajo. Si sientes que tu tiempo libre se te escurre de las manos sin disfrutarlo, prueba algo nuevo. Si los que te acompañan en tu vida no te hacen sentir bien, intenta cambiar de ambientes. Pero nunca dejes de abrir tu mente, porque la vida está llena de momentos maravillosos.
Pero esto también tiene una cara amarga, cuando decido abandonar un proyecto y dejar atrás a las personas con las que lo he compartido. A veces, la transición es pacífica, se cae por su propio peso ya que el paso del tiempo y los cambios de paradigma te llevan a cerrar algunas páginas. Sin embargo, otras veces nadie se espera mi renuncia en lugares donde parecía que me iba a quedar “in aeternum” y, claro, llegan las sorpresas y los reproches.
Pero poco puedo hacer. Quizá sea extremadamente sensible o solo bastante observadora, pero a veces, empiezo a ver a mi alrededor situaciones que me incomodan, y empieza a crecer en mi interior el convencimiento de que es el momento de cerrar una puerta para abrir otras. En otras ocasiones, simplemente dicha actividad empieza a aburrirme y la falta de motivación me hace tomar una decisión drástica. Sea como sea, de todo lo que he experimentado, he aprendido mucho y me quedan muy buenos recuerdos.
Porque, si de algo estoy convencida, es de que soy incapaz de centrarme en una actividad por demasiado tiempo, no porque sea una persona inestable, sino porque mi carácter vitalista me lleva a querer aprenderlo todo y todo me parece apasionante. No quiero decir con esto que aquellos que se dedican a algo durante toda su vida sean personas aburridas. De hecho, me parecen admirables, aunque yo prefiera saber poco de muchas cosas y mucho de ninguna.
Lo único que intento transmitir con esto es que, como dice mi amiga Sonia, que cada uno haga lo que le pida el cuerpo. Si tu profesión no te satisface, fórmate para dedicarte a otro trabajo. Si sientes que tu tiempo libre se te escurre de las manos sin disfrutarlo, prueba algo nuevo. Si los que te acompañan en tu vida no te hacen sentir bien, intenta cambiar de ambientes. Pero nunca dejes de abrir tu mente, porque la vida está llena de momentos maravillosos.