Síguenos
Dracarys Dracarys
banner click 236 banner 236
Elena Gómez

Leo las columnas de mis compañeros de esta semana y me cuesta encontrar una mejor forma de explicar lo que estamos viviendo en el panorama político español. Es lo que toca: hemos vivido muchas elecciones, pero lo que ha ocurrido en los últimos días es digno de contar y analizar. Así que, con permiso de otro compañero, José Baldó, voy a hablar de series de televisión como metáfora de mis impresiones sobre lo acontecido. Ya decían los grandes filósofos que el ser humano es eminentemente político, por lo que muchas historias de ficción se centran desde tiempos inmemoriales en esta naturaleza nuestra que nos atrae y nos repele a partes iguales. Pero, en concreto, hay una que me recuerda tanto a la vida real que no dejo de pensar en ella desde el domingo por la noche.

Juego de tronos es el espejo mismo de nuestra oscuridad. Las estrategias, las alianzas y las traiciones son habituales para conseguir el trono de los Siete Reinos, donde todo vale para ostentar el poder. En la realidad actual, la única diferencia que existe, es que no hay crímenes de sangre, al menos aparentemente… Pero en todo los demás hay unos paralelismos maravillosos, que me llevan a pensar que, tanto el autor de los libros como los guionistas de la serie, son unos observadores minuciosos y certeros.

Por si no la han visto, tengan cuidado que ahí va un spoiler. Después de mil batallas ganadas contra todo pronóstico y su carisma bajando en picado, el lunes por la mañana vi a Pedro Sánchez como a Daenerys Targaryen, montada sobre su único dragón y destruyendo Desembarco del Rey por sorpresa. Pero como toda estrategia de choque, no siempre se gana y es probable que él también termine con un puñal clavado en el pecho por los que parecían los héroes de esta historia, al igual que su homóloga en la ficción.  El final de la temporada llegará muy pronto, estará en sus pantallas a finales de julio. No será del gusto de todos y habrá debates hasta la saciedad, como siempre. La pena es que en este mundo nunca ganan los más débiles. Eso sólo ocurre en los cuentos.