Me gusta la Navidad. Independientemente de la creencia de cada uno, es un buen momento para recapitular todo lo ocurrido en el último año, celebrar que seguimos aquí y obsequiar a las personas que nos importan.
Pero como un buen disco de vinilo, la Navidad tiene una cara B. Los preparativos. Una tarea que consigue que nuestro estrés suba unos cuantos puntos por encima de la media.
Como me gusta la Navidad, esto me lo tomo muy a pecho. Todo tiene que quedar perfecto para el gran día. Y qué mejor manera que recurrir al comercio de proximidad para organizar esta festividad.
Soy muy fan de ver el género que compro, de tocarlo, de olerlo… me da igual gastar un poquito más si recibo una atención de calidad.
Sin embargo, una gran parte de los regalos y cuchufletas navideñas las adquiero por Internet. No es porque no sea fiel a mis principios, la causa es la de siempre. No existe una estadística rigurosa al respecto, pero calculo que un 75% de los comercios en Teruel no son accesibles.
Estoy cansada de que mi acompañante pueda entrar a comprar lo que le he encargado, mientras me quedo en la calle pasando frío y sin disfrutar de lo bueno de una magnífica compra.
Cierto que existen unos pocos comercios que cuentan con rampas portátiles de acceso para sillas de ruedas pero no lo tienen anunciado en su puerta, por lo que muchas veces paso de largo porque me da pereza utilizar mis poderes adivinatorios.
Es muy aburrido repetir una y otra vez la misma cantinela a los comerciantes. Todos dicen que lo tienen todo encargado o que lo harán, que lo han intentado pero no han podido, o que no han pensado pero a partir de ahora lo tendrán en cuenta. Pero en muchos casos pasa el tiempo y nada cambia.
Eso sí, si un comercio de cercanía es accesible y el trato es correcto, no dudo en dejarme los cuartos. Para todo lo demás, no me queda más remedio que seguir consumiendo en grandes superficies y en la red.