En un grupo de WhatsApp, una buena amiga periodista nos decía hace poco que para los titulares los muertos son lo más importante y que tiene más valor informativo un muerto cercano que cientos de víctimas en el extranjero. Podríamos no estar de acuerdo con esta afirmación, pero es cierto que este principio forma parte de la deontología periodística.
Sin embargo, las personas que leemos o escuchamos dichos titulares no somos de piedra y la mayoría de las veces nos afectan todos los dramas humanos por igual. Aunque eso no es óbice para sentir las tragedias ocurridas en otros países de forma diferente: querríamos poder hacer algo y ayudar a los que están sufriendo sin la necesidad de hacer nuestro el conflicto y ver cómo influye en nuestro día a día.
Sé que en un mundo globalizado eso es imposible, el efecto mariposa es una realidad constante y cualquier cosa que acontezca al otro lado del mundo puede ser decisiva para nuestro propio destino. Lo que pasa es que la opinión pública está harta de que todo lo que ocurre sobre el planeta sea una excusa para que los políticos saquen rédito electoral y acentuar la polarización social.
A mí, sinceramente, me gustaría leer algún día que las fuerzas de mi país se han unido para enviar ayuda humanitaria a quienes lo necesitan y que están de acuerdo en que la guerra no lleva a ningún sitio porque nadie tiene razones suficientes para matar a otro. También desearía escuchar alguna vez que los esfuerzos de mis dirigentes se están centrando en solucionar los problemas internos, que no son pocos, en vez de estar procurando tener más cuota de pantalla a costa de las desgracias ajenas. Y, por supuesto, extrapolando este deseo a cualquier tipo de tragedia, no es justo que ocurra algo terrible en nuestro hogar y se prometan ayudas que no llegan nunca. Los ciudadanos del mundo necesitamos gobiernos eficaces y responsables, no payasos de circo que estén todo el tiempo dando el espectáculo.
Sé que estoy pidiendo imposibles, pero qué le voy a hacer… el espíritu navideño ya se ha apoderado de mí.
Sin embargo, las personas que leemos o escuchamos dichos titulares no somos de piedra y la mayoría de las veces nos afectan todos los dramas humanos por igual. Aunque eso no es óbice para sentir las tragedias ocurridas en otros países de forma diferente: querríamos poder hacer algo y ayudar a los que están sufriendo sin la necesidad de hacer nuestro el conflicto y ver cómo influye en nuestro día a día.
Sé que en un mundo globalizado eso es imposible, el efecto mariposa es una realidad constante y cualquier cosa que acontezca al otro lado del mundo puede ser decisiva para nuestro propio destino. Lo que pasa es que la opinión pública está harta de que todo lo que ocurre sobre el planeta sea una excusa para que los políticos saquen rédito electoral y acentuar la polarización social.
A mí, sinceramente, me gustaría leer algún día que las fuerzas de mi país se han unido para enviar ayuda humanitaria a quienes lo necesitan y que están de acuerdo en que la guerra no lleva a ningún sitio porque nadie tiene razones suficientes para matar a otro. También desearía escuchar alguna vez que los esfuerzos de mis dirigentes se están centrando en solucionar los problemas internos, que no son pocos, en vez de estar procurando tener más cuota de pantalla a costa de las desgracias ajenas. Y, por supuesto, extrapolando este deseo a cualquier tipo de tragedia, no es justo que ocurra algo terrible en nuestro hogar y se prometan ayudas que no llegan nunca. Los ciudadanos del mundo necesitamos gobiernos eficaces y responsables, no payasos de circo que estén todo el tiempo dando el espectáculo.
Sé que estoy pidiendo imposibles, pero qué le voy a hacer… el espíritu navideño ya se ha apoderado de mí.