Si hace unos años me hubiera tocado el bote de los euromillones que nunca juego, sabía en qué hubiera gastado mi fortuna. En adecentar el teatro Marín y organizar muchas actividades culturales en Teruel.
Pero mi sueño se hizo realidad sin necesidad del concurso de mi buena fortuna. El teatro ahora está remodelado y accesible (mejorable), y no hay semana que no disfrutemos de un buen espectáculo. Así que quiero dar las gracias a todas las entidades que nos han proporcionado tanta dicha.
Cuando el Marín era cine procuraba ir varias veces al mes. De casi todos es conocida mi cinefilia y por eso tengo tan buenos recuerdos de ese edificio emblemático. Entraba por la puerta de emergencia, que estaba a pie llano, y recuerdo la paciencia y la amabilidad que siempre tuvieron conmigo los acomodadores. Ahora ya no salgo a ver películas. No encuentro salas donde me sienta una ciudadana de a pie.
En Teruel existe otro cine cuya labor cultural es encomiable. Corren tiempos aciagos para el séptimo arte, sé el esfuerzo que tienen que hacer para salir adelante. Y también he ido mucho a ese cine, pero siempre sufriendo.
A pesar de la amabilidad de sus dueños, nunca han sido escuchadas mis propuestas, baratas, de hacer una sala un poco más accesible. Mi silla pesa más que antes y me resulta casi imposible entrar, aunque sea por la puerta trasera, que también tiene barreras. Una vez dentro, el suelo inclinado y la falta de sitio consiguen que una bonita velada se convierta en una jornada estresante.
Fuera de Teruel, los nuevos multicines son aún peor. Presumen de accesibilidad pero no tienen asientos para sillas de ruedas.
La solución es colocarnos por delante de la primera fila, apenas un par de metros nos separan de una pantalla enorme. Creo que tomar algún psicotrópico es más agradable que eso.
Así que me estoy montando mi propia videoteca en casa.
Ya sé dónde gastar mis euromillones.