Como ya anunciaba Cruz Aguilar en su columna del domingo pasado, este lunes fue el primer encuentro de tuiteros turolenses. Fue algo completamente informal pero la experiencia fue tan grata que espero que se repita más veces.
La primera intención era conocer en persona a todos aquellos con los que hablamos a diario a través de una pantalla, poner en común nuestras vivencias y conocimientos sobre Teruel, hablar de los problemas que nos acucian como provincia despoblada y, en definitiva, "arreglar el mundo" en una conversación distendida y de buen rollo. Todo acabó en unas cañas y unas risas porque estábamos tan a gusto que el tiempo se fue volando. Buen clima, buena compañía y buenos alimentos son traducción de una gran e inolvidable charradica.
Alguien en el grupo comentó que habíamos estado tan a gusto porque habíamos practicado lo que durante siglos se ha hecho en los pueblos (y en los barrios) en verano. Sacar una silla "a la fresca" para charrar un rato con los vecinos y paseantes. Una sana costumbre que poco a poco vamos perdiendo y que nos permitía ponernos al día de lo acontecido alrededor. En aquellas conversaciones pocas veces se hablaba de geopolítica internacional, de pactos políticos, de crisis económicas o de burbujas inmobiliarias. Lo verdaderamente importante era lo que pasaba en nuestra casa o la de la vecina, carcajadas y cotilleos incluidos.
Hoy en día es complicado mantener una conversación con alguien que no esté mirando una pantalla de móvil. Los diálogos se interrumpen, los silencios se alargan y la sensación de no comunicarnos frente a frente se va extendiendo sin remedio. El otro día llevábamos la intención de contar en directo en las redes todo lo que ocurría en el encuentro, pero la mayoría de nosotros se olvidó el Smartphone en el bolsillo.
Fuimos capaces de demostrar que es posible ser activo en redes sociales y seguir siendo parlantes esencialmente humanos. Y por eso me siento tan feliz y orgullosa de haber participado en el experimento.