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Elena Gómez

¿Imaginan una gran compañía o medio de comunicación de masas permitiendo que sus trabajadores rechacen libre y públicamente derechos humanos reconocidos internacionalmente? La libertad de expresión es también un derecho fundamental, pensarán algunos, pero no lo es cuando choca frontalmente con otros derechos como la libertad sexual o la protección de la infancia.

Efectivamente, voy a hablar sobre la Iglesia Católica. Y lo voy a hacer porque es la religión más representativa de este país y también es la que más conocemos por fuera y por dentro la mayoría de nosotros. Aunque esto no impide que vea las barbaridades que se cometen desde otras religiones…El catolicismo es religión por ser una rama del cristianismo. Sin embargo, hace unos cuantos siglos que la Iglesia es una corporación que busca su propio beneficio. Me estoy echando tierra a los ojos diciendo esto, soy consciente de la cantidad de católicos que leen esta columna, si bien debo decirles que tienen todo mi respeto y jamás se me ocurrirá decir nada en contra de las creencias de nadie.

Pero se me agría el estómago cuando escucho a personas como el obispo de Tenerife arremeter contra la homosexualidad, que está aceptada ampliamente por la sociedad  -incluso por su propio líder-, o ser benevolente con la pederastia, considerada como delito grave en casi todo el mundo. Y que no me venga nadie diciéndome que se trata de alguien opinando como individuo y que la Iglesia no es responsable de esto. No cuela.

Este señor hizo unas declaraciones en 2008 que por sí mismas eran suficientes para ser expulsado o, como mínimo, degradado. Sin embargo, en los últimos meses seguimos viéndolo en su cargo y haciendo de su capa un sayo. Primero, infringiendo las normas de vacunación en detrimento de la población con riesgo. Segundo, volviendo a atacar a los homosexuales con palabras muy duras y controvertidas.

¿Qué hace este señor en su puesto, 14 años después de defender la pederastia? En estos días la Iglesia tiene al Papa más avanzado y liberal de la historia, pero sus buenas palabras no sirven de nada si no pone en práctica sus ideas y acomete una reestructuración drástica donde no quepan los delincuentes ni los intolerantes.