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Capacitismo Capacitismo

Capacitismo

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Elena Gómez
El verano es un momento difícil para las personas con discapacidad. Salimos de nuestras rutinas y zonas de confort, y todo se complica. De entrada, si viajamos, nos encontramos con múltiples barreras en transportes, comercios, playas, festivales, locales de hostelería, pueblos, rutas, hoteles y un sinfín de lugares que, aunque presumen de accesibles, no lo son ni de lejos.

Pero la sensación de ser piezas que no encajamos en el puzle de la sociedad va mucho más allá. El culto al físico y la presión social por los cuerpos normativos hace que salten las alarmas de todos nuestros complejos. ¿Por qué no puedo yo subir a mis redes sociales una foto de mis pies en la playa con el hashtag "aquí sufriendo"? Porque los tengo deformados, no son bonitos y serían muy criticados.

Y para rizar el rizo, este año toca ver los Juegos Olímpicos, que en su versión paralímpica nos ofrece un montón de cuerpos mutilados, pero esculpidos por el deporte, mostrando al mundo que solo unos pocos elegidos son ejemplo de superación porque luchan contra sus deficiencias. Me entran ganas de soltar una buena retahíla de improperios, la verdad…

Esta presión que sufrimos a diario (en verano más) se debe a la discriminación capacitista. Nosotros somos un error de la naturaleza y es nuestra responsabilidad revertir el problema. Debemos ocultar o disimular nuestro físico, estamos obligados a luchar contra nuestras limitaciones acudiendo a rehabilitación, haciendo deporte y maltratando nuestro cuerpo para conseguir mejorías que no llegan nunca. Y únicamente tenemos permitido ocupar nuestro tiempo libre en unas pocas actividades y en un número limitado de lugares, en vez de donde nos apetezca.

La mejor manera de luchar contra la discriminación capacitista es querernos y aceptarnos: no ocultarnos en las redes sociales, buscar alternativas para divertirnos sin complejos y no ser ejemplo de nada, sino simplemente ocupar nuestro tiempo en lo que nos haga crecer como personas de provecho. Porque cada vida vale igual que las demás, y al que no le guste que no mire.