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Brecha cultural Brecha cultural

Brecha cultural

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Elena Gómez

Cuando has dedicado la mayor parte de tu vida a la lucha por la justicia social, cualquier pequeño paso hacia su consecución te sabe a victoria. Es lo que he sentido esta semana al ver que el vídeo promocional del área de Turismo de la Diputación Provincial de Teruel ha sido completado con su traducción al lenguaje de signos por las alumnas del Grado Superior de Mediación Comunicativa del IES Santa Emerenciana.
Cuando se habla de accesibilidad universal se piensa casi exclusivamente en las barreras arquitectónicas. La erradicación de estas es importante para las personas con movilidad reducida, pero no son las únicas que los diversos funcionales nos encontramos cada día y que a menudo quedan fuera del discurso social y político.
Uno de esos frentes que nos preocupan mucho a los que lidiamos con estos temas, es la brecha cultural que padecemos las personas con discapacidad. En líneas generales, la cultura y el patrimonio son bastante inaccesibles para un número importante de ciudadanos.
La mayoría de los espacios monumentales o de patrimonio histórico son inaccesibles total o parcialmente, y buena muestra de ello es la ciudad de Teruel, donde es imposible visitar lugares tan emblemáticos como la torre de El Salvador o el artesonado de la Catedral. Pero más allá de esto, todos aquellos elementos que ayudan a disfrutar de la visita a personas con problemas auditivos, visuales o intelectuales, son prácticamente inexistentes en todo el territorio nacional.
En cuanto a la cultura, es indispensable que instituciones, editoriales y productoras se conciencien de la necesidad de universalizar sus productos para que lleguen a todo el mundo por igual. Necesitamos más teatros y cines accesibles, más ebooks y audiolibros, más productos audiovisuales con subtítulos, más conferencias con intérpretes de lengua de signos, más imágenes con descripciones al pie, más fondos documentales digitalizados…
En definitiva, con las nuevas tecnologías a nuestra disposición, es el momento perfecto para conseguir que la cultura y el patrimonio estén a disposición y para el disfrute de todos. Porque una sociedad en contacto constante con sus valores culturales, es una sociedad más justa y democrática.