Hace ahora exactamente cuatro años que escribo esta columna todos los viernes. Dicen que el tiempo a partir de los cuarenta empieza a volar y, desde luego, debe ser así porque me sigo sintiendo una novata en estas lides. Llevo escribiendo desde que tengo uso de razón, pero siempre he tenido un alto grado de autocrítica y mucha vergüenza de mostrar al mundo lo que sabía hacer. Por eso ya había rechazado con anterioridad la oferta del director de este periódico, pero a principios de 2018 me debió pillar con las defensas bajas y acepté, no sin antes pasar por una crisis de ansiedad al pensar que no sería capaz de estar al pie del cañón semana tras semana.
Es cierto que, como relaté el último viernes, he estado presente en la vida social y cultural de Teruel desde muy corta edad. Sin embargo, para mí es más fácil establecer relaciones y exponerme en público para conseguir objetivos sociales, que desgranar mi opinión en un espacio tan leído por mis conciudadanos. Por fortuna, han sido pocas las siempre necesarias críticas negativas y muchas las felicitaciones a lo largo de estos años. Todavía me da rubor pero estoy muy agradecida por ellas.
Doscientas columnas dan para mucho y, aunque me resulta fácil dar visibilidad a los problemas y circunstancias del colectivo de personas con discapacidad, he terminado desnudando mi alma en más ocasiones de las que en principio fue mi intención. Tampoco me importa, no he encontrado nada que no se pueda saber y que no conozca mucha gente en un sitio tan pequeño como el nuestro. Por otro lado, nunca pensé que serían tiempos tan intensos para la actualidad política y social, cosa que me ha facilitado la labor en algunos momentos y que me ha hecho sentir como en el Día de la Marmota en otros.
Lo que tengo claro es que este medio me ha dado la oportunidad de enfrentarme a mis complejos, de aceptar que mi esencia es ser escritora y que esto me gusta cada día más. Por eso estaré eternamente agradecida a quien confió en mí y me dio esta oportunidad. A todos ustedes, los que me leen, solo me queda pedirles que si alguna vez meto la pata, puedan perdonarme, y que no se me aburran porque espero poder escribir al menos doscientas columnas más.