Vidal Muñoz, historiador y cronista de Teruel, recientemente fallecido
Hasta su propio nombre, Vidal, nos retrotraía a épocas antiguas, las propias de la cultura clásica en la que se conformó lo que llamamos civilización occidental. No nos debería haber extrañado entonces que su vida profesional hubiese estado dedicada a la Edad Media, tiempo en el que se forjaron leyendas, mitos, tradiciones y costumbres que ahora consideramos señas de identidad. La muerte de Vidal Muñoz, catedrático de Historia Medieval y durante muchos años Cronista Oficial de la ciudad de Teruel, priva a la capital de una figura plenamente integrada en el paisanaje local, más allá de su papel de especialista en la actualización y divulgación del conocimiento sobre el pasado más remoto y también el relativamente reciente.
La última etapa vital de Vidal Muñoz, la propia de la jubilación profesional como docente, tuvo un capítulo destacado en las ediciones dominicales de este periódico. Sus artículos sobre el Teruel medieval llegaban aquí todos los lunes, o a lo sumo los martes, para que hubiera tiempo suficiente para incluirlos en la paginación del fin de semana. Conoció los hábitos de esta redacción, interactuó con muchos de los periodistas y no pudo evitar dedicar un tiempo prudencial durante sus visitas para sentar cátedra en la sección de Deportes con sus análisis del juego desplegado por su querido CD Teruel en el reciente partido del sábado o del domingo. Nunca dejó de chincharme a cuenta de mi fervor zaragocista, un equipo que para él representaba la soberbia zaragozana, tan perjudicial en estos lares, según su consideración.
Vidal Muñoz amó Teruel, amó sus calles sobre las que investigó todos sus porqués, divulgó para medios locales y foráneos el origen y razón de la fiesta del Sermón de las Tortillas y colaboró activamente en las fiestas recreacionistas, tan de moda en los últimos veinte años. Su marcha, rápida y sorpresiva, deja huérfana a la ciudad y a muchos de los que lo conocimos de una figura que encontró su lugar en el mundo y lo supo disfrutar.
Vidal, de Vitalis, lo relativo a la vida, deja un legado del que tomar ahora el testigo.
La última etapa vital de Vidal Muñoz, la propia de la jubilación profesional como docente, tuvo un capítulo destacado en las ediciones dominicales de este periódico. Sus artículos sobre el Teruel medieval llegaban aquí todos los lunes, o a lo sumo los martes, para que hubiera tiempo suficiente para incluirlos en la paginación del fin de semana. Conoció los hábitos de esta redacción, interactuó con muchos de los periodistas y no pudo evitar dedicar un tiempo prudencial durante sus visitas para sentar cátedra en la sección de Deportes con sus análisis del juego desplegado por su querido CD Teruel en el reciente partido del sábado o del domingo. Nunca dejó de chincharme a cuenta de mi fervor zaragocista, un equipo que para él representaba la soberbia zaragozana, tan perjudicial en estos lares, según su consideración.
Vidal Muñoz amó Teruel, amó sus calles sobre las que investigó todos sus porqués, divulgó para medios locales y foráneos el origen y razón de la fiesta del Sermón de las Tortillas y colaboró activamente en las fiestas recreacionistas, tan de moda en los últimos veinte años. Su marcha, rápida y sorpresiva, deja huérfana a la ciudad y a muchos de los que lo conocimos de una figura que encontró su lugar en el mundo y lo supo disfrutar.
Vidal, de Vitalis, lo relativo a la vida, deja un legado del que tomar ahora el testigo.