En medio de la tormenta perfecta que está padeciendo la sanidad turolense a cuenta de la gripe torticera que tantos estragos está haciendo en la población, aparece una metodología de trabajo en Atención Primaria, el triaje, que parece surtir un positivo efecto sin que por ello se estén lanzando campanas al vuelo.
Atrapado por el oleaje vírico o bacteriano, que no lo tengo claro, he comprobado en carne propia y en la de algunos allegados, que si el afán de resistencia física ante un constipado complejo, persistente, inmune a los autotratamientos de toda la vida (hay que evitar en lo posible ir al médico, ya saben, según decisión instintiva un tanto atávica) es finalmente vencido y no queda más remedio que implorar ayuda y lanzarse al mostrador o teléfono del centro de salud urbano, el triaje le saca a uno las castañas del fuego. Ya no es una quimera intentar que un médico te vea pronto si tu salud así lo requiere y, aunque las citaciones convencionales suelen demorarse un tiempo que cada cual calibra su entidad según sus urgencias, es muy factible que pases pronto por consulta gracias al triaje, especie de examen previo a la consulta médica y que realiza el personal de enfermería para evaluar si tu percepción de la prisa porque te vean es o no acorde con tu cuadro clínico. Generalmente, aunque supongo que también habrá excepciones, ese triaje desemboca en la consulta del médico y con la correspondientes recetas.
Un alivio, en definitiva, para los pacientes que estos días conviven con vías nasales obstruidas, toses redundantes y fiebres persistentes. Esta protocolización de la atención médica en Primaria se ha ido implementando desde el año pasado y a juzgar por la propia experiencia, funciona.
En esta época en la que tanto se está cuestionando, y con razones fundadas, la atención sanitaria en provincias como Teruel, en la que los profesionales tapan huecos como pueden y hay factores, especialidades y transporte urgente, por ejemplo, casi irresolubles, también aparecen destellos de luz.