Días previos a la tragedia de la dana que ha sacudido Valencia era argumento informativo frecuente el fenómeno de la vivienda, su carestía y la falta de oferta en un mercado sacudido por fenómenos adyacentes como el de la proliferación de pisos turísticos, entre otras cuestiones. La falta de viviendas se focaliza principalmente en las grandes ciudades, pero en lugares como Teruel capital, donde la presión poblacional es cero, también se ha detectado un problemón, bien por los altos precios, bien por la reducción de oferta. Y de los alquileres, mejor no hablar: es perseguir una quimera hasta el punto de que algunos demandantes de este mercado están optando por explotar la opción del piso turístico de lunes a viernes para poder residir en la ciudad en días laborables.
Sin prisa pero sin pausa, como lluvia fina, la actividad constructiva en la ciudad avanza a ritmo desigual y la compraventa de viviendas registra alzas interanuales, que si bien no son constantes, en julio pasado arrojaron un incremento del 17,5%, según datos publicados en este periódico. Es paradójico que con estos números exista la sensación de que no se absorbe del todo la demanda existente.
Tal vez el fondo de la cuestión sea que aquí el mercado inmobiliario es un nicho inversor ajeno por lo demás a la corriente de oferta y demanda. Prueba de esto es, por ejemplo, que en los ocho primeros meses de este año la suscripción de hipotecas ha caído un 26,8% con respecto a la misma época de 2023 de tal manera que únicamente cuatro de cada diez compradores necesitaron financiar sus operaciones. ¿De dónde puede salir semejante holgura económica en esta ciudad? Si uno pone oídos acaba atando ciertos cabos. La PAC ha dejado en la provincia de Teruel 60 millones de euros bajo el epígrafe de ayudas a la rentas, según información del Gobierno de Aragón. ¿Y si un gran porcentaje de ese dinero estuviera contribuyendo a inflar una burbuja inmobiliaria local? Intuyo que esa supuesta “ayuda a la renta” agraria no vaya en su totalidad a cubrir su fin y que sus sobrantes salgan de la cuenta bancaria con destino a una contructora.
Sin prisa pero sin pausa, como lluvia fina, la actividad constructiva en la ciudad avanza a ritmo desigual y la compraventa de viviendas registra alzas interanuales, que si bien no son constantes, en julio pasado arrojaron un incremento del 17,5%, según datos publicados en este periódico. Es paradójico que con estos números exista la sensación de que no se absorbe del todo la demanda existente.
Tal vez el fondo de la cuestión sea que aquí el mercado inmobiliario es un nicho inversor ajeno por lo demás a la corriente de oferta y demanda. Prueba de esto es, por ejemplo, que en los ocho primeros meses de este año la suscripción de hipotecas ha caído un 26,8% con respecto a la misma época de 2023 de tal manera que únicamente cuatro de cada diez compradores necesitaron financiar sus operaciones. ¿De dónde puede salir semejante holgura económica en esta ciudad? Si uno pone oídos acaba atando ciertos cabos. La PAC ha dejado en la provincia de Teruel 60 millones de euros bajo el epígrafe de ayudas a la rentas, según información del Gobierno de Aragón. ¿Y si un gran porcentaje de ese dinero estuviera contribuyendo a inflar una burbuja inmobiliaria local? Intuyo que esa supuesta “ayuda a la renta” agraria no vaya en su totalidad a cubrir su fin y que sus sobrantes salgan de la cuenta bancaria con destino a una contructora.