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Por la ventana, una tenue luz Por la ventana, una tenue luz

Por la ventana, una tenue luz

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Juanjo Francisco

Por la ventana, una tenue luz combate la oscuridad de la habitación compartimentada en una alcoba ciega a la que precede un espacio lo suficientemente amplio como tener una mesa con dos sillas junto al fuego del hogar. Dos armarios y un arcón de madera guardan los enseres y ropas de la joven pareja. La felicidad comienza ahí, en esos escasos metros cuadrados escondidos en un recoveco del caserón. Al menos tienen una puerta independiente con una llave que les garantiza la privacidad frente a los otros residentes en la casa, parientes todos ellos.

Hasta llegar a esa oscura habitación, la pareja ha aguantado unas cuentas pruebas que la vida les ha puesto por el camino, incluida una larga guerra civil que los tuvo separados y con pocas esperanzas de volver a reunirse. Apenas adolescentes, él, un rubio de mirada azulada fue alistado en una unidad de caballería para combatir en todos los frentes habidos y por haber. Ella, menuda y muy despierta para sus quince años, maduraba a marchas forzadas en una ciudad levantina azotada por las bombas y convertirda en hervidero de refugiados.

Ninguno de los dos renunció al otro y ese amor forjado casi en la niñez aventurera que proporcionaba el pueblo cristalizó a pesar de todos los pesares. Estaba presente ahí, en ese cuartucho que les debía parecer un recinto palaciego tras las penurias de la guerra.

A la luz de aquel ventanuco fueron tejiendo sus planes de futuro acogiéndose a la débil independencia económica que tenían respecto de sus mayores, siempre atentos, porque así se acostumbraba en aquella España rural de posguerra, a aprovechar la fuerza de trabajo de cuatro brazos jóvenes que reforzarían la hacienda paterna sin apenas remuneración alguna. Soltaron lastre y soñaron en las heladoras noches de invierno, en esa alcoba escondida, que lograrían crear su propia familia, en una casa grande con varias habitaciones, con espacios para animales y luz durante todas las horas del día. Ambos acabaron sus vidas muchos años después en aquella casa cuando el sol estaba en lo más alto.