Hace unos días se anunció el próximo estreno, el día 6 de enero en Netflix, de la película El Páramo que fue filmada en las cercanías de Blancas. Está protagonizada por Inma Cuesta y Roberto Álamo y dirigida por David Casademunt. En la rueda de prensa de los protagonistas para anunciar la llegada de la cinta a la plataforma, la actriz tuvo un desliz al hilo de un comentario de uno de los periodistas presentes en la rueda de prensa y recomendó, poco más o menos, que nadie se acercará a conocer el paraje donde tuvo lugar el rodaje porque “no había nada”. La que se desató en las redes sociales fue importante.
No gustó por estos lares que Inma Cuesta aludiera a la desolación del paisaje que sirvió de plató de rodaje. Sin embargo, y en la misma conversación, Casademunt aseguró que quedó “alucinado” por lo bien que habían trabajado los de las localizaciones. Buscaban un páramo y eso encontraron.
Parece que a algunos se les ha vuelto la piel muy fina y no soportan el mínimo comentario que no vaya en la línea de alabar y ponderar la grandeza que entraña la España vaciada o vacía y los tesoros que esconde.Y el páramo es uno de ellos. Nací en uno de los tantos páramos que tiene Teruel y, según voy cumpliendo años y conociendo territorios, mayor es el valor que le otorgo a ese paisaje, el de mis años primeros, que nunca ha dejado de existir en mi memoria sentimental y sensorial. Si es adecuado o no para rodar películas nunca me lo había planteado, pero a buen seguro que el argumento y el tono del trabajo de Casademunt ha encontrado en las cercanías de Blancas un fenomenal medio de expresión.
Hay cierto estereotipo del medio rural despoblado que refleja pueblos hasta cierto punto pintorescos, entre frondosos bosques o valles flanqueados por montañas que quitan el aliento del urbanita. Pero también hay grandes llanuras sin apenas masas arbóreas donde el viento te azota la cara y el alma, donde el agua es escasa a pesar de que fluye en abundancia por canales subterráneos. Una tierra de paisaje grandioso a la par que desolador, que te reta a seguir viviendo contra todo y contra todos y que a gente como Casademunt le ha parecido fetén. Al fin y al cabo, nadie ha establecido cánones sobre la belleza de la orografía.