El desembarco de Pilar Alegría en Aragón para liderar el PSOE de los próximos años ya es una realidad y con ella llega el tiempo en el que sanchismo va a intentar asentarse al frente de los socialistas aragoneses y dar por cerrada la etapa de Lambán.
Llegan pues los nuevos liderazgos y con ellos aparecerán también las decepciones que en la tierra turolense brotarán, creo, sobremanera. Hasta hace nada había ya señales sobre posicionamientos ante lo que se avecina, que no por esperado, era menos temido. Los socialistas de Teruel han vivido unos años en un mar de ansiedades, nadando entre corrientes cruzadas y con una cohabitación (sanchistas y lambanistas) medio bien llevada en espera de la catarsis final, en tanto la militancia iba detectando y padeciendo la falta de dirección política, peaje necesario en los tiempos de incertidumbre que viven aquellos que deben señalar el camino y que no tienen el futuro asegurado.
Con Alegría es factible que llegue a Teruel un auténtico baile de nombres en los cargos de responsabilidad y quienes ahora se ven con alguna posibilidad acaben por asumir su irrelevancia final, aunque sí puede haber sobrevivientes. La todavía ministra portavoz no creo que pretenda hacer demasiada sangre y desde luego en Huesca no habrá derramamiento alguno dada su fidelidad a Sánchez, pero en Zaragoza y Teruel algo ocurrirá, seguro.
Quienes piensen que todavía hay alguna esperanza de que en esta futura contienda orgánica de los socialistas gane el viejo PSOE creo que se equivocarán, Moncloa viene con todo para terminar con sus críticos.
Luego vendrá la vida real, aquella en la que los que sigan con la ministra portavoz tendrán que repetir el argumentario que Alegría extienda aquí al modo que lo ha hecho desde Madrid, tragándose los sapos saltarines que también atañen directamente a Teruel. Será curioso ver en ese papel a algunos de los que hasta ahora, bien en silencio o con apoyo manifiesto, han respaldado las perlas gubernamentales. A ellos y a los nuevos les espera un entretenido caminito.