El final del verano no tiene nada que ver con aquella mítica canción del Dúo Dinámico en la que se ensalzan los amores efímeros que dejan un poso de tristeza en sus protagonistas. Ahora el amor de verano se ha convertido en algo mucho más prosaico, en una idea, un ideal quizá, sometida a un reduccionismo extremo. El final del verano nos pilla ahora entre pasillos y estanterías del Mercadona, carrito en ristre y con una piña natural en su interior colocada del revés para ver si alguien se apunta a exprimir un ratico de pasión en un atardecer de cielos rojizos. Al diablo con el amor romántico y viva el yogur de frutas.
Ni en los mejores sueños de los responsables de la publicidad de la famosa cadena de supermercados aparecería, supongo, semejante campaña promocional como la que está sucediendo ahora con el asunto del ligoteo ocasional. Ya pueden ya los noticieros dar cuenta del gobierno tranquilo de Illa o de la que se prepara con el cupo catalán, incluso de los planes de Sánchez para acelerar el proceso de renovación interna en el PSOE para reforzar más su caudillismo porque, ahora mismo, lo que prima y enloquece al ciudadano es lo que está sucediendo en Mercadona.
Estas cositas que nacen de la tremenda importancia que tienen las redes sociales en nuestras vidas demuestran una vez más que, tal y como decía Forrest, el tonto es que hace tonterías y mientras se está en ello, el mundo gira entre una especie de histeria colectiva en la que los descontentos se extienden por todos los ámbitos: desde la masificación turística, fenómeno real, a las perfomances de una influencer del tres al cuarto que se salta todas las reglas para montar numeritos en paisajes naturales protegidos. La tontería genera corrientes de simpatía que, tarde o temprano, derivan en nuevas hazañas aplaudidas con miles de likes.
La piña de Mercadona acabará siendo engullida por similar o mejor ocurrencia futura. El personal que crea tendencia en las redes no descansa y es consciente de que cuanto más grande sea la tontería, mayor eco puede tener. No obstante, será inevitable fijarse en el contenido de los carritos.
Ni en los mejores sueños de los responsables de la publicidad de la famosa cadena de supermercados aparecería, supongo, semejante campaña promocional como la que está sucediendo ahora con el asunto del ligoteo ocasional. Ya pueden ya los noticieros dar cuenta del gobierno tranquilo de Illa o de la que se prepara con el cupo catalán, incluso de los planes de Sánchez para acelerar el proceso de renovación interna en el PSOE para reforzar más su caudillismo porque, ahora mismo, lo que prima y enloquece al ciudadano es lo que está sucediendo en Mercadona.
Estas cositas que nacen de la tremenda importancia que tienen las redes sociales en nuestras vidas demuestran una vez más que, tal y como decía Forrest, el tonto es que hace tonterías y mientras se está en ello, el mundo gira entre una especie de histeria colectiva en la que los descontentos se extienden por todos los ámbitos: desde la masificación turística, fenómeno real, a las perfomances de una influencer del tres al cuarto que se salta todas las reglas para montar numeritos en paisajes naturales protegidos. La tontería genera corrientes de simpatía que, tarde o temprano, derivan en nuevas hazañas aplaudidas con miles de likes.
La piña de Mercadona acabará siendo engullida por similar o mejor ocurrencia futura. El personal que crea tendencia en las redes no descansa y es consciente de que cuanto más grande sea la tontería, mayor eco puede tener. No obstante, será inevitable fijarse en el contenido de los carritos.