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El berrido El berrido
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Juanjo Francisco

La mayoría de los que hemos tenido que estudiar fuera de nuestro lugar de residencia hemos tomado contacto de alguna manera con los ambientes e inquilinos de los colegios mayores. Con el paso del tiempo y la modificación de costumbres es posible que determinadas tradiciones que se cumplen en esos centros también  hayan cambiado, pero el tirón de las novatadas de turno parece que permanece. No, no quiero justificar así lo que ha ocurrido en el colegio Elías Ahuja de Madrid hace unos días porque esto va mucho más allá de las bromas y perfomances varias que se dan en el inicio de los cursos .

Las novatadas son algo tan viejo como el hombre, que se lo digan a quienes tuvieron que pasar por aquello que se llamó mili, pero nada tiene que ver con lo ocurrido en Madrid que, por una parte, deja en evidencia a quienes pensábamos que la sociedad en general y la universitaria en particular, caminaba por senderos de pensamiento más acordes con los valores comunes a la civilización occidental avanzada y, por otra, arrea un sopapo a los que ya hemos dejado muy atrás los años universitarios. El hecho de que los berridos machistoides y reaccionarios contra el género femenino sea comprendido y aceptado por muchas de sus destinatarias refleja cuán alejados estamos de entender que haya jóvenes que den por normalizado un microclima vital que a muchos nos resulta contrario a las reglas más elementales de la educación y formación académicas.

La libertad de pensamiento es un derecho humano fundamental y en esa premisa hemos sustentado la vida muchos, pero lo de putas, conejas y toda la catarata de improperios vertidos desde esa ventana nos rechina una barbaridad, algo que, por otra parte, no parece ocurrirles a los nacidos después del 2000, lo cual me deja todavía más anonadado. Igual tengo que darle la razón al amigo que un día de la década de los 90, en un bar, observaba la fauna que llenaba el garito y lanzaba una reflexión: “definitivamente, creo que la raza humana degenera”.