Más de uno y de dos se han pasado cuatro pueblos riéndose y haciendo mofas de mal gusto sobre el reciente percance sufrido por el diputado turolense Hermino Sancho (y no otro apellido, ojo) en el Congreso de Diputados con motivo de la votación de investidura de Núñez Feijóo. La intención de Sancho (y no otro apellido) era votar NO (y no otra cosa), eso que vaya por delante.
Como lo supongo muy herido en su amor propio -se hicieron varios memes y las imágenes del batiburrillo que se formó en el Congreso han dado mucho juego en los medios-, entiendo que el diputado turolense, señalado en su día por el omnipresente dedo de Sánchez para representar a los turolenses en detrimento de otro compañero elegido por los representantes de la militancia, va a mostrarse especialmente diligente en su tarea parlamentaria.
Asistiremos a buen seguro, siempre y cuando se consolide el Gobierno de Sánchez y no haya que ir de nuevo a elecciones, a un importante despliegue de reuniones del diputado con todos los sectores económicos que dan vida a la provincia y con todas las asociaciones que transmiten y monitorizan el pálpito de los turolenses. Todo ese ingente trabajo se traducirá en varias interpelaciones y preguntas al Gobierno para su respuesta, bien en sesión parlamentaria, bien por escrito y quedará así constancia de que una equivocación, fruto de los nervios, sin duda, en la votación no es síntoma de inoperancia o del inmovilismo asociado al sentido más peroyativo de eso que se conoce como poltrona.
También se encargará el diputado de denunciar en las redes sociales, esa herramienta tan inmediata, las tremendas contradicciones en las que cae la oposición, su pernicioso orgullo de clase y el nulo interés que presta a los intereses de todos en favor de los de unos pocos. Por todo ello, procurará evitar referirse, también en redes, a lugares comunes y vertirá fundamentadas opiniones sobre los asuntos de mayor interés ciudadano. Nos va a sorprender. Con la dignidad no se juega. Comienza la remontada.