Es habitual que algunos de los discursos institucionales del presidente aragonés, Javier Lambán, en suelo de Teruel levanten algunas ampollas, pero hay que reconocerle al jefe de la DGA un especial empeño en hacer creer que aquí las cosas no pintan tan mal como algunos proclaman. Hace ya años que el de Ejea de los Caballeros, un impenitente enamorado de la historia, repite y proclama que Teruel está ahora como nunca antes. De bien, claro.
Con motivo de las recientes celebraciones del Día de Aragón, el responsable del Ejecutivo autonómico confesó que uno de los problemas que ha detectado entre la población turolense es la “falta de autoestima”, que hay que crérselo un poco más, venía a decir. Tras enumerar un serie de avances, de todos conocidos por aquellos que les guste estar al día de lo que se vierte en los medios de comunicación, el presidente aragonés animaba a pensar que todo va bien y que aún puede ir mejor. Con todas las derivas que encierra un discurso político, sea cual sea su procedencia, su intervención no deja de tener un trasfondo de realidad.
Aunque los sabios que inundan las redes sociales reaccionasen echando pestes del atrevimiento presidencial, nada hay más tozudo que la realidad.
No hace nada, un día o dos, un profesional con bastantes años de ejercicio en Teruel en una tarea nada fácil, anunció en un foro de amigos que se marchaba a Zaragoza para seguir trabajando en su campo. La reacción del grupo, de todos los componentes, fue de felicitaciones y enhorabuenas sin límites. Así interpretaron una decisión que, paradójicamente, nada tenía que ver con una cuestión de promoción laboral. La marcha se debe a cuestiones meramente personales, sin más.
La reacción de todos los del grupo, algunos que viven aquí y otros que residen fuera de la provincia, dejaba claro que todo lo que signifique escapar supone un éxito sin remisión.
No me ha quedado más remedio que recordar esas palabras pronunciadas hace nada por Lambán.
Para prosperar hay que trabajar y hacerse fuerte, competitivo, que se dice ahora, y creérselo hasta el final. Solo así se erradicarán estereotipos que lastran más que las malas políticas o la ausencia de estas en general.