Todos los meses de febrero me pasa lo mismo, que primero me cabreo, luego me resigno y, al final, me entristezco. No es mal de amores, no crean, aunque por experiencia también reconozco que produce las sensaciones descritas. Ahora me ocurre cuando escucho y leo las magníficas campañas publicitarias que Renfe lanza a sus potenciales clientes con motivo de la llegada del mes del amor para que puedan viajar con cómodos descuentos.
Y Teruel nunca aparece en estos febreros de Renfe, a pesar de que es un tiempo de especial relevancia porque es una tierra que tiene el amor como bandera de enganche turístico, mezclándolo además con todo tipo de iniciativas sociales. Eso se llama afición.
Pero mira por dónde, mientras España entera se puede sumar a esas campañas cíclicas de Renfe -este año la ha llamado I love febrero, así, en inglés, para hacerla más cosmopolita, supongo-, aquí nos quedamos con un palmo de narices porque la red ferroviaria de esta tierra no está para estas moderneces. Está como está. Ni siquiera merece entrar en una campaña de descuentos porque, total, para los pocos que lo utilizan no deber merecer la pena.
La campañita en cuestión permite viajar en tren con descuentos que pueden alcanzar el 70 por ciento del importe del billete. Su ámbito de aplicación afecta a destinos como Sevilla, Barcelona, Valencia, Madrid, Bilbao, Santiago, Zaragoza, Oviedo, Santander, Pamplona, Logroño o Alicante. También incluye trayectos como Barcelona-Valencia, Zaragoza-Logroño, Gijón-Madrid o Sevilla-Valencia.
En todas estas ciudades será posible vivir y disfrutar del amor, no lo duden, porque en ellas la vida hasta que parece que tiene más fulgor que aquí. Esa misma sensación de fulgor vital que uno siente cuando, por ejemplo, atraviesa en un cómodo AVE las estribaciones montañosas de Andalucía, repletitas todas ellas de largos túneles que salvan desniveles orográficos a toda leche y que aquí, aún que sean parecidos, nos condenan al aislamiento. Buag, Renfe no tiene ni idea del amor ni de su patria principal.