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Una epidemia silenciosa

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Ana I. Gracia
Las cifras las publicó el Ministerio de Sanidad el primer lunes de agosto y desde ese día no me las quito de la cabeza. El Informe del Sistema Nacional de Salud de 2023, que recoge datos sobre el estado de salud de los españoles, muestra que una de cada tres personas sufre algún tipo de problema de salud mental.

El estudio habla, sobre todo, de la ansiedad y resalta que en los últimos ocho años se han duplicado los casos en menores de 25 años. Los expertos piden que no miremos hacia otro lado, que no hagamos como si nada, porque estamos ante una epidemia tan corrosiva como el coronavirus.

El documento cifra en un 34% el porcentaje de españoles que padece alguna enfermedad mental. Una cifra que está nueve puntos por encima del 25% que recoge la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando mantiene que una de cada cuatro personas tiene o tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida.

El Observatorio de sanidad privada advertía hace unas semanas de que el 70% de los hospitales en salud mental son privados y que son privadas el 77% de las consultas. Además, desde hace bastante tiempo sabemos que la ratio de profesionales dedicados a la salud mental en la sanidad pública está bastante por debajo de la media europea, pero ese último dato no es de ayer; es así desde hace bastante tiempo.  

El coronavirus cambió muchas cosas pero, si lo piensan, no todas fueron malas. Después del encierro normalizamos verbalizar que había que cuidar la salud mental, que pasó de ser un tema tabú a estar en el centro de una conversación.

Cada vez era más frecuente escuchar en alguna red social a algún personaje público hablar sobre sus sesiones con el terapeuta o describir cómo de negro fue el fantasma al que se enfrentó. Me viene a la cabeza el cantante del Canto del Loco Dani Martín y cómo definía él lo que, a su juicio, es la consulta de un psiquiatra: “Es un gimnasio donde aprendes a ser quien eres o, al menos, lo intentas. Donde aceptas, donde asumes”. Me parece una definición perfecta.

Como se invierte en terapias contra el cáncer, hay que invertir más recursos públicos en salud mental. No es suficiente con escuchar podcasts de expertos en coach que ofrecen sus consejos sobre el autocuidado. Que están muy bien, pero hace falta más.

Una terapia psicológica puede costar setenta, ochenta, cien euros la sesión. Que no digo que no lo valga, ojo, pero ¿quién puede permitirse dedicar esa cantidad semanal a sanar su mente? Normalizar los problemas de salud mental, que no son pocos, y que todas las personas que lo necesitan puedan pasar por una puesta a punto debe estar entre las prioridades de nuestros gobernantes: alcaldes, presidentes autonómicos y gobierno central. Porque una sociedad desarrollada invierte en su salud mental y porque una sociedad enferma nunca podrá llegar a ser una sociedad realmente feliz.