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Una cuestión de confianza Una cuestión de confianza

Una cuestión de confianza

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Ana I. Gracia
El manual de resistencia de Pedro Sánchez da para una serie de Netflix sobre la que ya tengo título: Pedro I de España. ¿Primero en qué? Primero en muchas cosas.

Pedro Sánchez fue el primer secretario general del PSOE que se despojó de su cargo y de su escaño para no investir como presidente a Mariano Rajoy -aquel famoso ‘no es no’- , pero volvió tiempo después para arrebatar al hombre que no hizo presidente la Presidencia del Gobierno. Con este movimiento, se convirtió en el primer jefe del Ejecutivo que llegó al poder a través de una moción de censura.

Su historial de ser el primero en algo no acaba ahí. Pedro Sánchez dijo que le quitaría el sueño gobernar con Pablo Iglesias, pero poco después se convirtió en el primer presidente en formar un Gobierno de coalición y nombró vicepresidente al líder de Podemos. Más tarde, volvió a revalidar su cargo como presidente sin liderar el partido más votado en las elecciones generales.

Ahora ostenta el dudoso honor de ser el primer presidente en enviarnos una carta a nosotros, los ciudadanos a los que representa, diciéndonos que el lunes nos anunciará algo que nadie sabe qué es. Dice que ya nos contará, y así ha dejado al país, en vilo durante cinco días.

Una cosa hay que reconocer a este presidente, y es que, cuando se ve acorralado, sabe romper el tablero político como nadie y dejar al personal estupefacto. Sus ministros aseguran que se enteraron de que abría un periodo de reflexión para valorar si le merece la pena seguir o no al mismo tiempo que nosotros y que fueron ellos los que le frenaron, porque quiso dejar el cargo el mismo miércoles.

Sánchez sí, Sánchez no. A favor o en contra. Amigo o enemigo. Fachosfera o sanchista. No hay tregua ni medias tintas en estos tiempos donde nos han enterrado los dos pies en el fango más profundo y del que parece imposible que alguien no acabe salpicado.

Les contaba yo que el presidente del Gobierno ha dado una patada, otra, al tablero político, anunciando que medita dejar el cargo después de que un juez se abra a investigar si hay un posible tráfico de influencias en que su mujer se haya reunido con empresarios que después sacaron algún beneficio del Ejecutivo.

Los que le conocen dicen que lo aguanta todo, pero que toquen a Begoña… por ahí no pasa. Por ahí no.

Pedro Sánchez ha anulado su agenda hasta el lunes, el día que ha dicho que nos contará qué va a ser de él a partir de entonces. Parece improbable que no pase nada, pero sobre el terreno solo hay tres escenarios. Uno, que no pase absolutamente nada y nos quedemos como estamos. Dos, que dimita y que el Congreso elija a otro presidente de entre sus miembros o a alguien fuera del Parlamento. Con la Constitución en la mano, Sánchez no puede convocar elecciones hasta el 29 de mayo, que es cuando se cumple un año de la última vez que disolvió las Cortes Generales.

Y, tercera, presentar una cuestión de confianza en el Congreso, que también está regulado en la Carta Magna. Este es el único vehículo a disposición de los presidentes del Gobierno para, previa deliberación del Consejo de Ministros, pedir de nuevo la confianza y obtener el respaldo a la Cámara.

Mi apuesta es esta última: pedir la confianza al Congreso y salir a hombros del Parlamento mientras destruye a los partidos independentistas y el PSOE gana las elecciones en Cataluña, que votará su futuro en dieciséis días. Y él haría suyo aquel lema que internacionalizó Belén Esteban: “¿Cuál es mi currículum? El cariño de toda esta gente”.

Nadie sabe qué pasará el lunes. Quien le diga que sabe lo que va a pasar, miente. Pueden aprovechar este domingo para poner una vela al santo en el que más crean para que su pronóstico se cumpla. Pedro Sánchez nunca defrauda y puede hacer cualquier cosa: irse o quedarse. Otro cantar es que la decisión final coincida con su deseo personal porque, ¿cuál es su apuesta?