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Perdón u olvido Perdón u olvido

Perdón u olvido

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Ana I. Gracia

Cataluña se juega su futuro más inmediato en unas elecciones autonómicas que ha pillado a todo el mundo con el pie cambiado, al que más a traspié, a Carles Puigdemont. El expresidente de la Generalitat, huido y prófugo de la justicia desde que en 2017 decidió declarar por su cuenta y riesgo la independencia de Cataluña, ha decidido jugar este partido en el que puede ganar mucho… o perderlo todo.

Tras la decisión de Pere Aragonés de adelantar las elecciones, el expresidente de Cataluña más popular dentro y fuera de nuestras fronteras ha preferido ser el candidato de Junts per Catalunya al Parlament y renunciar a seguir siendo eurodiputado.

Él no ha renunciado al referéndum para conseguir la independencia de Cataluña, al revés: Pedro Sánchez ha revivido un cadáver que estaba muy frío por su pura supervivencia y Carles Puigdemont ya ha adelantado que no va a salirse del guion. Vamos, que después de la amnistía solicitará el referéndum de autodeterminación.

En el círculo del expresident se ha extendido la tesis de que Carles Puigdemont está dispuesto a poner un pie en territorio nacional e ir directamente a prisión siempre y cuando el tiempo de estar en prisión sea corto.

Por lo visto, no soporta que se insista en la idea de que es un presidente que huyó del país en el maletero de un coche, que es lo que es. Quiere borrar esa imagen y presentarse ante el independentismo como un candidato que afronta el castigo del Estado español, un Estado opresor que no les deja elegir su futuro.

Lo que no cuenta a los suyos ni a los demás es que su partido ha negociado con el Gobierno de España la investidura de Pedro Sánchez a cambio única y exclusivamente de amnistiar a él, a Carles Puigdemont. El resto es fachada, puro humo, papel mojado, palabras huecas que replican una y otra vez para hacer creer a la ciudadanía que esta lucha es por la sociedad… y no por ellos, por Sánchez y Puigdemont. No se crean absolutamente nada.

Perdonar el delito de sedición por el que Carles Puigdemont no ha rendido cuentas ante la Justicia conllevaría que el expresidente de Cataluña se entregase, se sometiera a un juicio, asumiera la condena, la cumpliera y, si el Gobierno así lo decide, indultarlo. Olvidar el delito, borrarlo del mapa, hacer como que no ha existido, eso es la amnistía y eso es lo que Pedro Sánchez ha entregado a Puigdemont a cambio de su investidura.

No está nada claro que Puigdemont esté dispuesto a entrar un poquito en la cárcel para quitarse el sambenito del maletero del coche y así poder decir a boca llena que él también ha pagado con su libertad pedir y declarar la independencia para Cataluña.

Hay quien ha hecho hasta quinielas para pronosticar qué pasos dará para intentar llegar de nuevo hasta la Generalitat. A estas alturas de la película, nadie descarta nada. De momento, él ha dicho públicamente que está dispuesto a cruzar la frontera española única y exclusivamente si es elegido como el próximo candidato a presidir la Generalitat.

Para que esto ocurra y si los pronósticos electorales se cumplen, el PSC y ERC tendrían que tragarse sus propias palabras y elegirle a él, el candidato de Junts per Catalunya, como el futuro presidente de la Generalitat, la carambola más improbable según los socialistas y los de Oriol Junqueras, que no olvidan que su líder, él sí, pasó un tiempo en prisión tras aquel infructuoso 1 de octubre.

Cataluña se juega su futuro y, con él, perdonar u olvidar aquel golpe de octubre de 2017 en el que un grupo de líderes independentistas intentaron separar a Cataluña de España por su cuenta y riesgo, sin asumir las consecuencias penales de aquellos actos delictivos.

Se podría perdonar si el expresidente de la Generalitat se entrega a la Justicia para que se le juzgue y pague por su pena. Lo que no podremos hacer nunca, jamás, es olvidar los delitos que cometió.