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Los amigos

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Ana I. Gracia

Creemos que lo sabemos todo sobre nuestros amigos, pero no hay que subestimar nunca la capacidad de nadie para fallarte. Dice el exministro José Luis Ábalos que Koldo era alguien al que ayudó porque se lo recomendó la camarada del PSOE de Navarra y él, claro, hasta ahora, pues se fiaba de los socios que le pasaban sus amigos.

Ábalos era amigo, amiguísimo, de Pedro Sánchez, hasta el punto de que fue él el primero que le dio la mano para empezar la reconquista del Partido Socialista cuando lo echaron del PSOE en aquel Comité Federal de 2016. ¿Se acuerdan de la escabechina?

Ay, José Luis, con todos los planes que te proponían hasta hace nada y ahora cómo te repudian. Eres el apestado del partido, el destronado, el que nadie quiere a su lado. Hasta antes de ayer eras el hombre fuerte del presidente y te han enviado al gallinero del hemiciclo porque no han podido tirarte por la ventana, que es lo que te pidieron que hicieras.

Tú mejor que nadie conoces los entresijos del poder porque para eso te encargaron la fontanería de Ferraz. Ser el albañil de un partido y de un Gobierno al mismo tiempo curte, vaya que si curte. Los ilusos son aquellos que se creían que por pedirte en público que renunciaras a tu escaño te ibas a ir. ¿Tan poco te conocen?

No sé si te tomaste tu tiempo para prepararte la rueda de prensa que ofreciste en la sala de prensa del Congreso el martes, pero ofreciste una de las mejores lecciones de oratoria de los últimos tiempos. Para Manual de resistencia, el tuyo, no el libro que escribió Pedro Sánchez.

Te presentaste como un dirigente herido con la cúpula de su partido que cree que lo están usando como cabeza de turco y te lamiste las heridas en público, en prime time, delante de una España que empatizó contigo en segundos. ¿Cómo te hace eso a ti, que lo diste todo por él?

Utilizaste frases que se desmenuzarán en las facultades de Ciencias Políticas de todo el país: “Defender mi honor desde el Grupo Mixto me permitirá seguir defendiendo mis ideas con libertad de criterio”. “Ojalá también pueda asistir al final de esta partida obligando a que quienes ahora pretenden echarme a la calle tengan que mirarme a la cara a mí y a muchos compañeros del partido que me animan a seguir adelante”.

Tu intervención se viralizó. Te convertirse en el personaje al que dan ganas de abrazar en lugar de abofetearte por haber sido el que facilitó a Koldo las llaves del cortijo. “Me enfrento a todo. Vengo solo en mi coche, no tengo secretaria, no tengo a nadie detrás ni al lado. Me enfrento a todo el poder político, ¿quién me lo iba a decir?, de una parte y de otra, y lo tengo que hacer solo”.

Buscabas la complicidad de las bases, como recomendaste a Pedro Sánchez hace ocho años. Quisiste empatizar con los de abajo señalando a los de arriba. Que duermes bien, dijiste en una entrevista radiofónica. Con eso viniste a decir que tu conciencia está más que tranquila. Te faltó lanzar la pregunta: ¿a vosotros no os ha fallado ningún amigo?, y abrir los teléfonos para intercambiar decepciones con los oyentes.

Te cuesta imaginarte fuera de unas siglas a las que has entregado tu vida y entendiste que le tocara a tu amigo Santos Cerdán clavarte el puñal en nombre del presidente porque tú ocupaste su puesto y también te tocó sacrificar a más de un peón para salvar al rey. Cuarenta y un años militando, José Luis, para que te den 24 horas para suicidarte. Los amigos, tan estrictos contigo y con otros… pues eso.

La biografía de Pedro Sánchez no se entiende sin la ayuda de una mano amiga, la de José Luis Ábalos. Es el mismo sobre el que el presidente ha ordenado una ejecución pública sin ofrecerle el beneplácito de la duda. La prisa mata, amigos. Hoy solo vengo aquí para darles un consejo: no pongan nunca la mano en el fuego por nadie, ¡por nadie! Porque corren un riesgo serio de acabar quemados.