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Jóvenes e Internet Jóvenes e Internet

Jóvenes e Internet

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Ana I. Gracia

La recién estrenada ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, llegó hace unos días al Congreso de los Diputados y arrojó unos datos demoledores sobre el uso de Internet de nuestros jóvenes.

A saber: Los chavales cuentan con un primer móvil antes de los 11 años. Cuatro de cada diez adolescentes se conectan a Internet para no sentirse solos. El 42% ha recibido algún mensaje de contenido erótico o sexual. Lo reciben en sus teléfonos, sin buscarlos.

Al 26,8%, a uno de cada cuatro, alguno de sus contactos le ha enviado vídeos o fotos de contenido sexual. Uno de cada diez ha recibido una proposición sexual en Internet por parte de un adulto. Se estima que unos 600.000 estudiantes de Secundaria podrían presentar un uso problemático de las redes sociales e Internet.

Uno de cada cuatro menores de 12 años ha tenido o tiene acceso y consume porno. Acceden de manera accidental sin que sus padres se enteren. El contenido suele ser de alto nivel de violencia. Hay estudios que relacionan el aumento de delitos sexuales grupales por parte de adolescentes y el consumo de porno. Otro dato: nueve de cada diez jóvenes de entre 18 y 26 años considera que el porno es fiel a la sexualidad real.

Relea esta ensalada de datos otra vez. Habré leído una frase detrás de otra una decena de veces, y cada vez que llego al punto final me atraviesa un sudor de pies a cabeza que me resulta abrasador.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Vivíamos mejor antes, cuando no teníamos acceso a nada más allá de lo que nuestros ojos veían? ¿La sobreinformación es buena o mala?

El Gobierno por fin ha despertado y quiere prohibir el uso de los teléfonos en los centros escolares y limitarlo en el instituto. Por algo se empieza pero ¿es suficiente o llegamos demasiado tarde?

De nada sirve esta medida, argumentan los expertos, si los zagales tienen barra libre de uso de móvil en sus casas. La manera de interrelacionarse ha mutado tanto que ahora los chicos apenas hablan entre sí, conversan entre ellos a través de las aplicaciones sociales ¡incluso si están juntos!

El teléfono en sí y el acceso a Internet no es el problema, sí el uso que se hace de él y los peligros a los que se enfrentan sin ser conscientes. El exceso de uso conlleva, además de a adicciones muy dañinas, a otro tipo de daños que afectan al cerebro, adormeciendo la parte dedicada a la creatividad y al ingenio y a la resolución de problemas. Nos hemos acostumbrado a que todo -buscar un teléfono, encontrar una calle- nos lo haga el aparato, convirtiéndonos en seres incapaces de pensar y razonar por nosotros mismos.

Es complicadísimo regular el uso de los teléfonos de los adolescentes cuando toda su vida gira en torno a este aparato, pero hay algunos consejos en los que coinciden los expertos y que yo quería compartirles.

Eviten comprar el primer teléfono móvil a sus hijos antes de que demuestren ser responsables como para seguir una serie de normas respecto a su uso. Dicen que no debería ser nunca antes de los 12 años, así que jamás permitan que se lo regalen para la Comunión.

Una vez que ya acceden a tener su propio teléfono, es conveniente que los padres tutelen el uso que los zagales hacen del mismo y controlen su actividad, poniéndoles un uso máximo al día o a la semana, prohibiendo su acceso al desayunar, comer y cenar e impulsando la lectura en familia. Claro, si los chicos comen sin móvil, ¡los adultos también!

Para esquivar la guerra del ‘quiero el móvil’ se recomienda promover las actividades al aire libre que no requieran de tecnología alguna, que les agoten física y mentalmente y, así, encuentren en la naturaleza un aliciente más allá de las pantallas. Aquí lo importante es que los padres se comprometan con la causa, se apliquen la norma y no estén todo el día con el teléfono en la mano mientras se lo prohíben a los chicos: no olviden que ellos copian lo que ven.