El calendario de mesa de 2017 que cada año difunde para estas fechas la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis ha incluido en esta ocasión una imagen muy curiosa al mostrar una Virgen con Niño a lomos de un dinosaurio, en lugar de una mula, cuyas riendas lleva San José. La escena recrea una popular leyenda mariana portuguesa que confunde unas icnitas dejadas por un dinosaurio hace millones de años, con las huellas que los fieles han creído siempre que corresponden a la mula sobre la que iba la Virgen María cuando se apareció en la costa lusitana de Sesimbra. La recreación de la advocación mariana es una de las dos ilustraciones que tiene el calendario y se corresponde con el segundo semestre del año, mientras que el primero está ilustrado con una fotografía de la reconstrucción del esqueleto completo del saurópodo Turiasaurus riodevensis cuando fue expuesto en noviembre pasado en el Bizkaia Aretoa de Bilbao y en la que aparece el Guggenheim al fondo. La imagen de la Virgen cargando al niño a lomos de un Tyrannosaurus rex, en lugar de hacerlo sobre la mula, está inspirada en la exposición Mitología de los dinosaurios del Museo Nacional de Ciencias Naturales y pone de manifiesto la presencia cultural que los dinosaurios han tenido para la gente mucho antes incluso de que se conociera que existieron en el pasado geológico. Esta escena navideña de María con Jesús en brazos cabalgando un T-rex es una interpretación de una creencia cristiana portuguesa, según la cual la Virgen se apareció en lo alto del acantilado del Cabo Espichel en Sesimbra, donde se construyó primero una ermita y después un monasterio. La aparición de esta Virgen, conocida como Nossa Senhora da Mua, data de antes del siglo XV, aunque no es hasta esa época cuando aparecen los primeros documentos que se refieren a ella y a la leyenda que la rodea, que cuenta que la madre de Jesús subió por el acantilado prácticamente vertical del Cabo Espichel a lomos de una gigantesca mula. La creencia de esa milagrosa ascensión se debe a que en la roca del acantilado quedaron impresas las pisadas de la mula, después de que esta con la Virgen y el niño salieran del mar. Así se trasladó de generación en generación hasta que en el siglo XVIII un artesano lo plasmase en una serie de azulejos, imponiéndose sobre otras versiones de la aparición mariana. El azulejo, que se conserva todavía en la ermita del Cabo Espichel hasta donde supuestamente ascendió la Virgen, muestra la escena y el rastro dejado por la mula gigante, donde se aprecian las huellas dibujadas en el acantilado que se erige desde el mar. Inspiración en la realidad El artista no dejó volar su imaginación sino que pintó las huellas que realmente hay impresas en la pared del acantilado, algunas de ellas en forma de media luna, como se pueden observar en la cerámica. Cuando lo hizo en el siglo XVIII se desconocía todavía la existencia de los dinosaurios en el pasado geológico de la Tierra, de los que no se tuvo constancia científica hasta mediados del siglo XIX. Fue en 1971 cuando el paleontólogo Miguel Telles Antunes estudió y describió esos rastros en los acantilados como pertenecientes a huellas de dinosaurios saurópodos. Lo que se atribuyó a un milagro consecuencia de una aparición mariana eran en realidad icnitas de los grandes vertebrados que vivieron en el Mesozoico, millones de años antes de que surgiera el ser humano. A pesar de que la ciencia ha puesto las cosas en su sitio, la leyenda sigue atribuyendo esas pisadas a la milagrosa mula con la que la Virgen ascendió por la pared vertical del Cabo Espichel desafiando las leyes de la física. La imagen que ilustra el calendario de la Fundación Dinópolis reinterpreta la leyenda al atribuir correctamente a un dinosaurio los rastros dejados en el acantilado, por lo que coloca a la Virgen con Niño a lomos de un T-rex cuyas riendas lleva a pie San José. La idea de esta reinterpretación se utilizó en la exposición Mitología de los dinosaurios, cuyo comisario fue el paleontólogo José Luis Sanz, uno de los científicos que en 1987 describió Aragosaurus ischiaticus, el saurópodo hallado en Galve a mediados del siglo pasado y que se convirtió en el primer nuevo género de dinosaurio descrito en España. En aquella exposición, como se cuenta hoy día en Dinópolis a través de varios espacios del complejo dedicados a la mitología de los dinosaurios, se contaba que las evidencias de estos grandes vertebrados se han interpretado desde la antigüedad de las más diversas formas, atribuyéndolas a fenómenos sobrenaturales causados por dioses o apariciones de santos. Ese fue el caso también de algunas icnitas de La Rioja, que se han interpretado en ocasiones como el rastro dejado por el caballo de Santiago.
Autor:F.J.M. Teruel