Una tesis "reconstruye" la evolución urbana de Teruel entre la Edad Media y la Guerra Civil
Las nuevas técnicas de representación gráfica urbanística que utilizan los Sistemas de Información Geográfica (SIG) han permitido al arquitecto Miguel Sancho Mir reconstruir la evolución de Teruel desde la Edad Media hasta la Guerra Civil recopilando, actualizando, corrigiendo y catalogando la cartografía histórica. Su tesis doctoral titulada Transformaciones urbanas en la ciudad de Teruel. Reconstrucción y análisis gráfico, que el pasado mes de enero obtuvo Sobresaliente Cum Laude en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia, profundiza en el análisis de los cambios acontecidos en la configuración de la capital en los ocho siglos transcurridos desde su fundación, en 1117, hasta la última contienda.
La devastación de la guerra, recordó el autor, "borró gran parte de la memoria del patrimonio urbano de la ciudad", que ahora ha recompuesto sobre el papel en el más extenso trabajo realizado hasta ahora sobre la evolución urbana en este amplio periodo y que incide en la vertiente gráfica, incluyendo un amplio apartado de planos históricos, algunos de ellos inéditos.
"Desde la primera monografía de Alejandro Allanegui en 1959 hasta la última de Ángel Novella en 1988 ha habido distintos estudios de épocas concretas, como la tesis doctoral de Antonio Gargallo de 1996 y otros de arqueología urbana que han ido aportando nuevos datos. Se trata de recopilar las fuentes existentes para elaborar un discurso actualizado", comentó el arquitecto.
Su investigación le ha permitido constatar, por ejemplo, que la plaza de la Judería, que muchos autores databan en los orígenes medievales de la ciudad, es en realidad posterior a la expulsión de los judíos en 1492, tal como indican los resultados de excavaciones arqueológicas previas. "La judería estaba en una zona alta de la ciudad y, cuando quedó despoblada, se abordó su reestructuración , que incluyó la apertura de la plaza", explicó.
Tres etapas
La tesis se estructura en tres apartados, dedicados, respectivamente, a la Edad Media, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea. Según Sancho Mir (Alagón, 1982), una "singularidad" de la ciudad desde su fundación es su compleja estructura. "Cuando se fundaban ciudades o villas cristinas había varios tipos de fueros. Los denominados burgueses distribuían el parcelario de forma homogénea y repetitiva entre los nuevos pobladores, dando lugar a manzanas rectangulares. Los nobiliarios generaban una estructura muy jerarquizada, con un castillo en la parte superior", dijo.
Pero el fuero concejil que se concedió a Teruel, unido a la topografía de la ciudad se tradujo en una configuración urbana "mucho más compleja", que definió como polinuclear. "Se basa en la ubicación de nueve parroquias fundacionales, pero es una estructura algo jerarquizada porque la de Santa María -actual catedral- era predominante sobre las demás. A eso hay que añadir la distribución de los espacios públicos, con uno central con función social y mercantil -la plaza Mayor, después del Mercado y ahora del Torico-, y otro que alberga el poder religioso y político, el concejo, que es la plaza de la Catedral", indicó.
Aunque a su juicio existe la "idea preconcebida" de que la ciudad mantuvo su estructura medieval hasta la Guerra Civil, Sancho Mir señaló que en la época Moderna se produjeron cambios significativos. El fundamental fue la aparición de los nuevos paseos y alamedas que rodean la ciudad -Óvalo, Glorieta y rondas- y que se configuraron en el siglo XVIII. Según apuntó, "fue una ruptura total del concepto anterior. Se concibieron como espacios públicos para el esparcimiento de la población fuera del núcleo colmatado del recinto amurallado, con una idea higienista".
En la misma época aparece la plaza San Juan, con dimensiones de planta similares a las actuales y a raíz del derribo de edificaciones como la casa de los Sánchez Muñoz cuando el Duque de Segorbe acudió a sofocar una revuelta en época de Felipe II. En esas fechas se abren también las calles San Juan y Santa Emerenciana, esta última por el derribo del claustro de la catedral.
La construcción de las casas palacio de familias adineradas como los Sánchez Muñoz, los Segura -hoy desaparecidas-, los condes de Parcent, los marqueses de Toso, los marqueses de la Cañada o la casa del Deán, la mayoría de estilo renacentista, es otro de los hechos significativos de la evolución urbana en la Edad Moderna.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX, ya en la Edad Contemporánea, se produce un fenómeno similar de construcción de edificios singulares, en este caso por parte de familias burguesas que levantan sus casas "rivalizando con los palacios de la antigua nobleza urbana". Se construyen con distintos estilos, pero lo más destacado de esta etapa es que dio lugar a la introducción del modernismo en la ciudad y que el modelo de vivienda unifamiliar vigente hasta entonces empieza a ser sustituido por edificios plurifamiliares.
Otro hito en la evolución urbana lo marcó también a finales del siglo XIX los proyectos de ajuste de las alineaciones de las calles para ampliarlas, en buena parte firmados por el arquitecto municipal Tomás Alonso. "Fue un esfuerzo muy importante para recuperar, como medida de decoro, las alineaciones que se habían ido perdiendo", comentó.
Modificaciones
El principal cambio fue la configuración de la calle Nueva como via principal en detrimento de la de El Salvador. "El eje principal -recordó- estaba formado por el Tozal, la actual plaza del Torico y la calle El Salvador, conectando las puertas de Zaragoza y de Guadalaviar. Con el cambio de siglo se rellena la calle Nueva, que hasta entonces era casi un aliviadero de agua, y se aplica una nueva alineación que la ensancha, modificando el eje principal a partir de ese momento".
Los planos de las nuevas alineaciones, que estaban en el Archivo Municipal, figuran entre los documentos inéditos que se incluyen en la tesis, junto con otros obtenidos principalmente de archivos militares de Madrid.
Pero la verdadera "ruptura" con la estructura medieval de Teruel la marcaron la construcción del Viaducto viejo en 1929 y el primer Ensanche, en el que se incorporan "nuevas condiciones higienísticas, con calles de doce metros de anchura que garantizan la ventilación de las viviendas", señaló Sancho Mir.
A finales del siglo XIX se hizo un intento de expansión urbana hacia los Llanos de San Cristóbal, en la zona donde se construyó la antigua plaza de Toros. Pero ese crecimiento no llegó a alcanzar las expectativas con que se había planteado debido al proceso de declive en que entra la ciudad achacable, entre otros factores, al retraso en la llegada del ferrocarril.
En esta situación se llegó a la Guerra Civil, que dejó una huella de devastación fundamental para entender el actual paisaje urbano, marcado desde entonces por la reconstrucción que llevó a cabo la Dirección General de Regiones Devastadas.
La reconstrucción
La tesis de Miguel Sancho Mir, arquitecto y profesor asociado del área de Expresión Gráfica Arquitectónica de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza, analiza la evolución de la ciudad desde su fundación en el siglo XII hasta la Guerra Civil, pero reserva un apartado a la reconstrucción posterior a la contienda que incluye dos planos depositados en el Archivo Provincial y hasta ahora inéditos con propuestas del arquitecto municipal de la época Masriera para la rehabilitación de los espacios destruidos por las bombas que no llegaron a ejecutarse porque primaron las ideas del arquitecto de Regiones Devastadas Alejandro Allanegui. "Gracias a él se pudo conservar parte del trazado original del casco urbano, porque los planes del Ayuntamiento eran modificarlo para modernizar la ciudad de una manera muy agresiva, intentando introducir el coche y sin respetar la trama de la ciudad", comentó Sancho Mir.
La tesis, de 570 páginas, fue dirigida por los profesores Jorge Llopis Verdú, de la Universidad Politécnica de Valencia, y Luis Agustín Hernández, de la Universidad de Zaragoza. Sancho Mir agradeció igualmente la colaboración del arquitecto turolense Antonio Pérez y del arqueólogo Javier Ibáñez, así como a su pareja, la también arquitecta Beatriz Martín.
Autor: EVA RON / Teruel