La artista natural de Bañón, Quinita Fogué, mostrará por primera vez su obra Donde viven los recuerdos en la sede de la Fundación Térvalis desde el 28 de junio al 26 de julio. La autora convierte su experiencia en secuencias de una intensa narración artística, invitando al visitante a reflexionar sobre sus propias vivencias y a seguir mirando hacia el futuro. Todo ello lo hace a través de un conjunto de cuadros y collages repletos de objetos cotidianos en los que se esconden los recuerdos más íntimos del ser humano.
Con una amplia trayectoria en el ámbito de la pintura, el esmalte y el grabado, Quinita Fogué se encuentra muy cómoda en el género del collage ya que permite devolver a la vida objetos que habían quedado en el olvido. Además, la artista que ha consagrado su vida a las Artes Plásticas desde 1966, y ha podido exponer sus obras en ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valladolid e incluso Marrakech, también es experta en el diseño de libros de autor.
En esta colección utiliza de forma más marcada la técnica del acrílico. Encontramos una clara influencia de la tierra desde la que ha trabajado sus cuadros en los últimos tres años: Bañón, su pueblo natal. En primer lugar, por los colores terrosos, característicos amarillos, marrones y azulados que le dan todavía más calidez a una obra que ya de por sí posee un carácter muy íntimo.
“Sin recuerdos no seríamos nada”, con esta frase resume Fogué el leitmotiv de su obra, en la que plasma “lo que no suele salir”: objetos que habían perdido su sentido, como las telas antiguas con puntillas que esconden no sólo sus recuerdos sino los de todos los miembros de su familia que en algún momento convivieron con ellas.
El ascenso y la escalera
Otro de los objetos más importantes que podrán verse en la Fundación Térvales es la escalera. Para Fogué la escalera y el ascenso por la misma es una metáfora del camino de las personas. “Subiendo peldaño a peldaño podemos ser más conscientes de la época que vivimos, de los alicientes y la falta de ellos en las personas, la falta de medios... pero también la libertad, la igualdad, etcétera”, comenta Fogué.
Según la pintora, adelantarse al momento que luego vendrá es algo vital. De ahí que las ventanas de sus obras siempre estén abiertas. El deseo de vivir, de ser libres, de conectar con los demás. Eso es para Fogué todo lo que permite una ventana abierta. “Observar y vivir más cerca de las personas es lo que nos hace más humanos”, continúa. Igual que los pájaros -que le acompañaban con sus cánticos durante sus horas de trabajo en Bañón- aparecen en sus obras no sólo como meros observadores sino también como seres que vuelan libres, sienten y recuerdan, humanizándose.
Fogué apuesta además por la envergadura y las texturas. Las telas más pequeñas tienen dimensiones de ochenta por ochenta centímetros, mientras que otras alcanzan los dos metros cuadrados.
La artista se desentiende de lo plano y emplea también la madera y el acrílico para que sus obras tengan textura, relieve y cuerpo, se puedan tocar y percibir así la dimensión de la pintura y los objetos, formando una única obra de arte.