Charlas, recreaciones e incluso la velada musical de la reapertura del Teatro Marín han compuesto el programa de la quinta edición de la Semana Modernista, que concluyó ayer con el segundo de los dos paseos modernistas que han tenido lugar el fin de semana. En ambas se completó el cupo de cincuenta personas; el sábado predominaban los turistas pero en la de ayer eran turolenses la mayor parte de los inscritos. "Todos el mundo en Teruel conoce la casa de Textiles el Torico actual Caja Rural, Casa Ferrán o La Madrileña", explica Mapi Izquierdo, la guía turística que realizó el paseo, "pero hay otros muchos edificios que pasan más inadvertidos y que sorprenden a los turolenses cuando los descubren".
Mapi Izquierdo contó con dos invitados de excepción para explicar las características del modernismo turolense al medio centenar de personas que realizaron cada paseo; dos actores que, caracterizados como el arquitecto Pablo Monguió y su esposa, contribuyeron a contextualizar la arquitectura y el arte modernista que puede encontrarse por las calles de la capital.
Al igual que ocurrió el sábado, ayer el paseo modernista se prolongó hasta cerca de las dos horas. Mapi Izquierdo, junto a Monguió y su mujer, introdujeron a los visitantes en las generalidades del modernismo y su aplicación en Teruel en la plaza Amantes, frente a la Oficina de Turismo, desde donde partía la salida.
De allí visitaron la casa de Timoteo Bayo, en la plaza Bretón, que aunque no es segura su atribución a Monguió, supone un buen ejemplo de las características habituales del modernismo; colores vivos, forja decorativa a golpe de látigo, animales –destaca el ave fénix en la cúspide–, molduras vegetales y artesanía también en madera, ya que aunque los cerramientos de los ventanales no son los originales, sí se conserva una de las puertas de acceso a la vivienda.
De allí la expedición se dirigió a la calle Matías Abad, uno de los artesanos que trabajó codo con codo con Monguió para hacer de Teruel una ciudad más bella, pasando por debajo del antiguo taller El Vulcano del herrero de Rillo, situado frente al arco de la Torre de San Pedro, y en cuyo cartel todavía se adivinan todavía algunas de las letras de la antigua forja. "Precisamente la fusión que hubo entre el arquitecto Pablo Monguió, de Tarragona, con los artesanos de la forja, de la madera o de la cerámica turolenses, es una de las características del modernismo turolense, con un valor decorativo enorme", explica Mapi Izquierdo. En su opinión, otra de las características que distinguen el modernismo turolense de la mayor parte del europeo es que "aquí los edificios son muy simétricos, cuando lo habitual en Europa es que fueran relativamente asimétricos".
Ya en la plaza del Torico el paseo modernista se detuvo especialmente en la casa de Textiles el Torico, la actual Caja Rural, y la casa de La Madrileña, dos de las muestras más conocidas de la arquitectura del cambio de siglo. No tan conocida es la anecdota, sin embargo, que protagoniza la dueña del Colmado que existía en la casa de La Madrileña, que probablemente procedía de la capital española. Diseñar una casa modernista no era precisamente barato, especialmente en un momento en el que las familias competían por demostrar su pujanza a base de incorporar forjas y decoraciones, y menos aún en un solar tan complejo como este, de 30 metros de fondo y solo 4 de fachada. La Madrileña, que en su parte superior incopora unos óculos de forma irregular que son una auténtica preciodad, costó cara, y sus propietarios no pudieron pagar el crédito a la familia de los Garzarán, uno de los banqueros de la época. Sin embargo no quisieron desahuciarla, y permitieron a la Madrileña y su familia vivir en la casa hasta que murió.
La visita subió entonces por el Tozal, hablando de las figuras de Domingo Gascón o el regeneracionista oscense Joaquín Costa que es como se llama en realidad el Tozal. También fue interesante la vista de las antiguas escuelas del Arrabal, porque son una muestra del modernismo más humilde; no el que encargaban los burguesas para sus casas, sino el que el Ayuntamiento pedía a Monguió durante su época de arquitecto municipal, el modernismo de piedra y ladrillo.
El grupo de cincuenta personas pasó entonces por el Obispado, donde está el Sagrado Corazón de Jesús, y la calle Ripalda, para visitar en número 4, la Casa de Doña Blanca y la Catedral de Teruel, cuya portada también tiene elementos diseñados por Moguió.
Para finalizar la expedición atravesó de nuevo el Torico para internarse por la calle Nueva, donde visitaron la casa Ferrán y otras dos mucho menos conocidas; la bancada de Bernardo Sanz y el edificio premodernista donde actualmente se sitúa el hotel Mudayyan.
"Y todavía podríamos ir al Teatro Marín, al Óvalo, o a la ermita de la Virgen del Carmen, edificios modernistas muy importantes pero que son imposibles de visitar en un paseo a pie que no te lleve toda la tarde", asegura la guía Mapi Izquierdo.
Y eso que, como todo el mundo sabe, el invierno de 1937 a 1938 gran parte de la ciudad fue destruida en la guerra civil. Eso obligó a reconstruir numerosas viviendas y edificios, muchos de ellos con el dudoso gusto que impuso Regiones Devastadas. Pero otros, por fortuna, sobrevivieron para dar testimonio de la mentalidad y el espírituo modernista, de cambio y progreso, que como nos ha ocurrido a nosotros acompañó a la sociedad europea del anterior cambio de siglo.
Autor:Miguel Ángel Artigas Gracia Teruel