Luis Landero: “La cultura es un animal en extinción, pero espero dar mucha guerra antes de desaparecer”
El escritor extremeño Luis Landero será uno de los grandes protagonistas del próximo número de la revista cultural Turia, editada por el Instituto de Estudios Turolense. Doce autores de distintos países realizan analizan su obra y su persona, en un nuevo número que se presenta hoy en Badajoz.
- Entre otras cosas, el próximo número de Turia publicará su ensayo inédito "Devaneos de lector". ¿En qué consiste?
- Es un texto en el que hablo sobre el amor que siento por los detalles de la literatura, por las pequeñas cosas que sin embargo son capaces de marcarte.
- ¿Qué autores le han influido decisivamente como escritor?
- Muchísimos, pero quizá tendría que empezar por la literatura oral. De niño yo no tuve libros excepto los que me contaba mi abuela Francisca, sobre todo, que era analfabeta, pero que tenía una gran sabiduría oral. Era una biblioteca andante. Y?a partir de ahí desde luego Cervantes, naturalmente, toda la novela del XIX, Kafka es para mí fundamental, la novela hispanoamericana de la segunda mitad del s. XX ha sido importantísima, la poesía... cualquier papel escrito ha dejado su poso en mí.
- Además de novela y ensayo, ha publicado numerosos artículos en prensa. ¿Ese género es un subproducto literario o está a la altura del resto?
- Desde luego no es un subproducto. Hay artículos de prensa estupendos, tan buenos como cualquier pieza literaria.
- En su última obra, ‘La vida negociable’, el protagonista es un peluquero, una profesión que también aparece en algunos de sus artículos y que da título en el volumen que recopiló parte de ellos, en 2004, con ‘¿Cómo le corto el pelo, caballero?’ ¿Por qué esa recurrencia?
- Tampoco es para tanto, pero de niño mi padre me llevaba a la peluquería del pueblo, y allí te enterabas de todo lo que había pasado. La gente opinaba y era una especie de tertulia. Siempre he pensado que las peluquerías eran lugares de encuentro e intercambio de opiniones, en un momento en el que eso no era tan común.
- De joven ejerció numerosos oficios para pagarse los estudios. ¿Estuvo el de peluquero entre ellos?
- ¡No! ¡Pobre del que se pusiera en mis manos! Tuve diversos oficios, guitarrista, oficinista, vendedor de aspiradores... pero no el de peluquero.
- ¿Alguno de ellos le ha ayudado después a escribir?
- Absolutamente todos, porque han sido experiencias que han ido sedimentado. Y a la hora de escribir no se sabe cómo pero todo va saliendo, y te va inspirando. La imaginación vuela, pero el motor de arranque casi siempre es la propia experiencia.
- En ese sentido, ¿las andanzas de ‘La vida negociable’ tienen algo de autobiográfico?
- No. En otros libros sí, pero en esta no. Son cosas que he vivido o que he visto vivir, pero no creo que sea exactamente autobiográfico.
- Se ha dicho que esa es su novela más dura, más pesimista... ¿está de acuerdo?
- Puede ser. Es posible que, entre todos mis personajes, este sea el más canalla. Es alguien que de pronto se encuentra en posesión de un secreto que le permite chantajear, explotar y ser poderoso, así que muy pronto, con 15 años, elige seguir el camino del mal. Aunque a la vista de lo que vemos en el mundo todos los días, tampoco es para tanto, casi es un angelito.
- Volviendo a Turia, cuando comenzó a publicarse en 1983 existían muchas revistas literarias y culturales, y hoy, que se publican muchos más libros al año, apenas hay... ¿por qué?
- Sobre todo hay pocos lectores, que son la base de todo. De todos modos lo de Turia es muy especial, es un milagro. Que cada cuatro meses ocurra el milagro de que salga una revista tan concienzuda, brillante y aplicada... es un lujo que esto pase, y en realidad te llena de esperanzas. Turia es como un dinosaurio que ha sobrevivido al meteorito, es un espejo donde podrían mirarse los responsables políticos de la cultura, porque demuestra que con poquito que se apoyara la cultura funcionaría de maravilla. Pero en este país la cultura y la política son mundos distintos.
- ¿Eso le parece algo coyuntural, o ya es sistémico?
- Es sistémico, y no solo para los gobiernos, sino para todo lo demás, para las redes sociales... todo parece conspirar contra la vieja cultura humanística. La cultura es un animal en vías de extinción, pero espero dar mucha guerra antes de desaparecer.
- ¿La autopublicación sirve para descubrir nuevos escritores, o para inundar los estantes de libros que no siempre merece la pena leer?
- Cada vez se descubren menos escritores. Mis novelas y las de otros, en muchos casos difíciles, que en los 80 o 90 tuvieron mucho éxito porque había un público receptivo, hoy en día creo que no lo habrían tenido. Novelas de Javier Marías, Muñoz Molina, Julio Llamazares... creo que hoy en día se hubieran publicado pero hubieran pasado más desapercibidas. El escritor ha perdido estatus.
- ‘La vida negociable’ está aún caliente, pero ¿tiene algún otro proyecto literario en ciernes?
- Sí, ando ya enredando con una especie de mezcla entre ensayo y narración, donde aprovecho mis experiencias ensayísticas de lector, de profesor y de escritor, mezcladas con episodios de mi vida. Será una especie de libro raro donde quepa todo eso.