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Los expertos dicen que en un futuro deberá tenerse en cuenta el riesgo sísmico de la falla activa de Calamocha Los expertos dicen que en un futuro deberá tenerse en cuenta el riesgo sísmico de la falla activa de Calamocha
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Los expertos dicen que en un futuro deberá tenerse en cuenta el riesgo sísmico de la falla activa de Calamocha

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Las fallas activas de Calamocha y Sierra Palomera están siendo estudiadas por los geólogos de la Universidad de Zaragoza y, aunque todavía no se ha llegado a reconstruir su historia, el catedrático José Luis Simón estima que su comportamiento es comparable al que registran las de Concud y Teruel. Por este motivo, indicó que, si en un futuro se demuestra que registran la misma actividad, debería tenerse en cuenta el riesgo sísmico que comportan a la hora de construir en las zonas aledañas.

Estas explicaciones fueron ofrecidas durante la celebración de Geolodía17 bajo el título Calamocha, una falla de ida y vuelta, una jornada de divulgación de la importancia de la geología y del trabajo de sus profesionales, en la que los asistentes tuvieron la oportunidad de contemplar los afloramientos de este accidente tectónico, expuesto en los taludes de la Autovía Mudéjar, además de otras formaciones geológicas como los tollos de Navarrete.

Antes de la apertura de esta carretera, la falla “pasaba casi desapercibida”, según Simón, y solo podía apreciarse en las fotografías aéreas o en pequeños afloramientos en algunos barrancos. Se trata de un “escalón del relieve” de unos 17 kilómetros de longitud situado entre la fosa del Jiloca donde se ubica Calamocha y la Cuenca de Calatayud en la que encuentra Navarrete.

Las obras de construcción de la A-23 dejaron al descubierto dos de las hasta cuatro superficies de rotura que presenta la falla. Su movimiento durante los últimos 4 millones de años ha hundido más de 200 metros la zona de Calamocha respecto a la de Navarrete y Lechago y ha generado la fosa tectónica del Jiloca. Más allá en el tiempo, hace entre 20 y 10 millones de años, el escalón tenía el sentido contrario; es lo que se denomina inversión tectónica o fallas de ida y vuelta.

Su actividad reciente se inició durante el Plioceno superior, promediando desde entonces una “discreta” tasa de movimiento de entre 6 y 9 centímetros cada 1.000 años.

Así pues, la falla presenta “cierto grado de actividad, aunque sus movimientos se produzcan seguramente cada varios miles de años”. “Pero una falla que se comporta de esta manera no se puede considerar una falla muerta”, apostilló Simón.

Los sismómetros pemiten registrar pequeños temblores en la zona que, según Simón, pueden estar causados “por esta o por fallas hermanas” como las de Sierra Palomera, Concud y otras, que son las que hunden el corredor del Jiloca con respecto a las montañas del Este de Calamocha y las sierras de Palomera y de Albarracín.

En este sentido, recordó que el corredor del Jiloca no es un valle fluvial excavado por la erosión del agua como ocurre en la mayoría de los ríos, sino que “realmente es una porción de corteza hundida con respecto a todos estos montes”.

Desde la Universidad de Zaragoza, se comenzó a estudiar las fallas de Concud, Teruel y Valdecebro hace más de una década y actualmente están trabajando en la de Sierra Palomera y Calamocha. Por eso, todavía no cuentan con un registro geológico bien datado de los sedimentos que les permita reconstruir su historia. “En este sentido, tenemos mucha menos información, aunque vamos a seguir trabajando en ella”, precisó.

Peligrosidad sísmica

Si estos estudios corroboran que su comportamiento es comparable a la de Concud, Simón considera que “sería interesante que se tuviera en cuenta a la hora de edificar, porque la presencia de fallas activas y su comportamiento influye mucho en la peligrosidad sístima que se le puede atribuir a una zona”.

El catedrático de geología recordó que actualmente en Calamocha, al igual que en la ciudad de Teruel, no se tienen que tomar medidas especiales a la hora de construir para resistir terremotos, “pero sería interesante que en un futuro, a corto o medio plazo, y si se demuestra que la falla tiene una actividad comparable a la de Concud, se tuviera en cuenta su riesgo sísmico”.

“La gente que vive ahora en Calamocha no tiene que tener miedo, pero cualquier construcción importante, delicada o estratégica que se hiciera en el futuro en la localidad debería contemplarlo”, añadió.

Precisó que, aunque estas fallas pueden producir “terremotos pequeñitos todos los años o todos los meses”, la rotura de la corteza a lo largo de los 17 kilómetros de la falla y el consiguiente terremoto grande “se produce cada miles de años”.

En el caso de Concud, los expertos de la Universidad de Zaragoza han calculado que la rotura de la falla podría provocar un terremoto de una magnitud de 6,6 a 6,8 grados, “verdaderamente destructivo”. Además, tienen datados 11 grandes terremotos en los últimos 75.000 años, es decir, uno cada 7.000 u 8.000 años. “Por eso, podemos hablar de probabilidades, pero no podemos predecir ni siquiera con aproximación de años cuando ocurrirá el siguiente”, manifestó. “No obstante, aunque la probabilidad sea pequeña, no podemos obviarla o ignorarla, aunque tampoco alarmar a la gente”, añadió.

Mientras, en Calamocha solo saben que ha habido al menos 3 o 4 en los últimos 70.000 años, pero no conocen con qué cadencia se han producido. Tampoco saben hasta dónde serán capaces de reconstruir su historia, pero van a seguir trabajando para conseguir datos más precisos, apostilló Simón.