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Javier Escriche muestra Marruecos a través de una exposición de fotografía

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Un tuareg camina por las arenas rojas del desierto de Erg Chebbi, al atardecer La cafetería turolense La Abadía acogerá hasta el próximo 20 de diciembre "Marruecos", una exposición del turolense Javier Escriche que sintetiza a lo largo de 15 impactantes imágenes un viaje realizado durante el pasado mes de abril. La cafetería turolense La Abadía acogerá hasta el próximo 20 de diciembre "Marruecos", una exposición del turolense Javier Escriche que sintetiza a lo largo de 15 impactantes imágenes un viaje realizado durante el pasado mes de abril. El país norteafricano ha sido el decimotercer destino fotográfico de Escriche, especializado en fotografía de viajes, y forma parte de una gran serie con la que Javier Escriche quiere organizar una exposición itinerante, en 2018, con imágenes de Vietnam, Camboya, Laos, Birmania, Thailandia, Malasia, Singapur, Filipinas, Bolivia, Perú, Ecuador, Cuba, Marruecos y Nepal, adonde voló el pasado lunes, además de algún destino que todavía está por cerrar, entre los que podría estar algún país africano como Etiopía, Tanzania o Namibia; Argentina o Mongolia. "Marruecos" supone un nuevo paso en la madurez de un fotógrafo artístico y que también trabaja habitualmente en prensa. Las imágenes de Escriche no suelen buscar encuadres imposibles, planos inéditos o efectos que impresionen a un ojo poco exigente, sino escenas que, a través del elemento humano –que en cada exposición, y casi en cada disparo, va ganando más y más peso– describa aquellas comunidades con las que el turolense trata de fundirse para explicarlas mediante la imagen fija.. En Marruecos la luz ha sido una de las dificultades a las que se ha enfrentado Escriche. Pero no por defecto, sino por exceso. A pesar de que buena parte de las fotografías han sido tomadas al atardecer, si no reparamos en las sombras y atendemos a los fondos iluminados parece que estén tomadas al mediodía. A cambio Escriche saca un excepcional partido del color. El azul marroquí es más azul que en ningún sitio, y el blanco, y el rojo, y el púrpura... puede parecer que las fotografías están sobresaturadas de color, pero no ha hecho ninguna falta. Javier Escriche tiene un modus operandi que cada vez le está dando mejores resultados. Durante el día, cuando la luz es más vertical e inapropiada para la fotografía, recorre el escenario que quiere fotografiar, ya sea un pequeño pueblo, un puerto o un zoco atestado de gente, con una cámara pequeña y ligera, fijando mentalmente los puntos en los que la luz o el entorno pueden ser más apropiados. Por la tarde cuando la hora azul ofrece las mejores posibilidades, Escriche regresa a los lugares seleccionados con la cámara "titular" para obtener las imágenes que busca. "En ocasiones te encuentras la fotografía en un sitio por sorpresa, y tienes que ser rápido para capturarla", explica Javier Escriche, y cita como ejemplo la excepcional imagen que sirve de cartel para la exposición "Marruecos". En ella aparece un tuareg caminando solo por las arenas rojas del desierto. "En cuanto le vi caminando, a lo lejos en una colina, ya supe que ahí había una gran foto. Hay veces que ves dónde tienes una buena imagen y no sale, pero esta vez salió". Otra imagen de las que se exponen muestran un grupo de mujeres con velo a contraluz en el zoco de Marrakech. "Yo estaba andando en un lugar con calor, muchísima gente, bullicio… llevaba muchas horas caminando y empezaba a estar agobiado por todo ese bullicio, así que me paré en un lugar intentando reflejar esa sensación". El fotógrafo buscó un contraluz y una situación en la que la muchedumbre, ataviada con el velo característico de la zona, estuviera de espaldas para no resaltar a ningún individuo, y logró resumir la atmósfera del zoco. Retrato o reportaje Para un fotógrafo especialmente interesado en las escenas cotidianas –cotidianas en puntos del planeta cuya cotidianidad sea distinta a la nuestra, y por tanto interesante–, en la que la base es la gente en su hábitat, una dificultad importante puede ser la necesidad de tomar retratos a personas que no siempre pueden estar dispuestos a concederlos, al menos gratuitamente. "Todo depende del país. En sudamérica la gente está muy cansada de que les tiren fotos sin pedirles permiso, así que cuando lo pides normalmente te dicen que no. En ocasiones necesitas que la persona que fotografías no sepa que lo haces para que la imagen no pierda espontaneidad, pero no siempre es así". Una de las fotos que pueden verse en La Abadía, y que están a la venta, es un retrato de una mujer con un burka junto a sus manos. "Era una nómada del desierto que tenía una especie de tienda para tomar té. Entonces yo pasé un rato con la señora tomándonos uno, y luego le pedí permiso para retratarla". "Hay que distinguir entre un retrato, como este caso, y el reportaje puro y duro en el que sí necesitas espontaneidad, pero en general a mí me gusta estar cinco minutos con alguien a quien quiero fotografiar y pedirle permiso", explica. "¿Problemas que te puede dar? Que te diga que no o que te pida dinero. En ese caso te vas y ya está". "Y?en otras muchas ocasiones no hace falta preguntar", asegura el fotógrafo. En otra fotografía, en Chefchaouen, aparece un niño con unos cascos en un callejón y una niña jugando con una pelota. Escriche quería fotografiar a la chica, y el niño apareció y se puso delante. "Yo estaba esperando a que se fuera, y caí en la cuenta de que me estaba dando la foto. Así que la tiré. No pides permiso porque no has robado la fotografía, sino que estás en un sitio un rato, con la cámara, y es evidente que quien se pone delante tuyo va a salir. En esos casos no has sido agresivo y la gente no se molesta". Aunque la fotografía de viaje es un género que cualquiera que tenga una cámara y algo de tiempo libre puede cultivar, entre una foto profesional y una amateur media un mundo. "Yo creo que la diferencia es que un profesional busca las fotos, y el amateur se las va encontrando. Cuando yo viajo estoy todo el tiempo pensando en las fotografías que quiero encontrar, buscando enclaves, horarios y personas que puedan darme esa fotografía concreta. Y lo habitual es que un turista vaya pensando en su viaje, viendo cosas y fotografiando lo que le gusta". Menos es más para el reportero fotográfico Con el tiempo Javier Escriche ha aprendido que menos es más. Para obtener las 800 fotografías que tiró en Marruecos, de las que forman parte las quince expuestas, el turolense llevaba en su mochila una cámara réflex con un objetivo 24-70 mm y una cámara más pequeña con un 30 mm montado, lo suficientemente discreta para aquellos lugares en los que puede ser recomendable pasar más desapercibido, dos baterías para cada cámara y los cargadores. "Ese rango focal me sobra para el tipo de fotos que yo busco, porque además me gusta estar cerca de lo que fotografía", asegura Escriche, que sabe que el exceso de peso es uno de los peores enemigos del reportero fotográfico de calle. Las tarjetas y el pasaporte son siempre lo más preciado que guarda, aquello que siempre lleva encima porque no se pueden perder. Todo lo demás tiene solución. Autor: Miguel Ángel Artigas Gracia Teruel